sábado, septiembre 08, 2012

A Juan Antonio Serrano

Foto robada de El Universo porque es la única 
que encuentro tomada en la oficina mencionada 
en la nota. Adelante el Coco. Juan Antonio, atrás.
Apenas conocí a Juan Antonio Serrano aunque el colectivo al que pertenecía él, Paradocs, y el colectivo al que pertenezco yo, Cinememoria, compartieron oficina durante algunos meses. No recuerdo haberlo visto mucho por ahí; quizás estaba de viaje, fotografiando algún lugar del mundo. Al fin y al cabo mis pasos por Quito suelen ser muy rápidos, en vísperas del festival EDOC, y casi siempre me voy con la impresión de que todo pasó de forma muy condensada.

Paradocs –la fundación integrada por Coco Laso, Santiago Serrano y Juan Antonio– ocupaba un cuarto y nosotros el resto de una de las oficinas en las que se había ido fragmentando esa bella casona, en la esquina de la Veintimilla y la Seis de Diciembre. Yo solía golpear su puerta sin recelo, aunque sabía que al entrar interrumpía las discusiones apasionadas de nuestros vecinos fotógrafos. Con el pretexto de pedirle un cigarrillo al Coco me instalaba en esa fábrica de sueños, reflexiones e imágenes por el tiempo que duraba un Marlboro rojo, o un poco más, en el mejor de los casos. Será una coincidencia o tal vez un rasgo común, pero lo cierto es que mis amigos fotógrafos poseen una cierta sabiduría y, especialmente, una serenidad que yo no tengo y anhelo profundamente, quizás porque la paciencia es el motor del oficio del fotógrafo y es en la paciencia y la persistencia que las personas vamos creciendo. Confieso que buscaba algo de eso para mí, una conversación que me anime a volver a lo que me esperaba fuera, más que una simple dosis de nicotina.

Decía Thomaz Farkas que la fotografía es la mejor forma de aprovechar la vida y yo creo que tenía razón. “Solo vean”, apuntaba, “es ver, descubrir paisajes, personas, caras, grupos, calles, fachadas, plazas; todos trabajando, jugando, divirtiéndose, comiendo, bailando. Todo eso es nuestra vida: experiencias vividas, mirando –y viendo– siempre, y de ahí fotografiando sin fin... ¡Cada día es diferente: todo mirar es otro y la gente percibe finalmente que el mundo es inmenso!”

Ese mundo grande de mis amigos fotógrafos –como el poema homónimo de Carlos Drummond, tan profundo y hoy tan herido– dejó de ser igual la madrugada del domingo. Se fue uno de los tres Paradocs y con él un millón de imágenes posibles, de momentos decisivos, de disparos curiosos cargados de un afinado punto de vista sobre la realidad y de amor por aquel que estaba al frente del lente. Apenas conocí a Juan Antonio, decía, y sin embargo entendí algo de él y de nuestro tiempo a través sus fotos. Por eso su muerte me ha causado un profundo dolor. La distancia es extremadamente cruel en días de luto y es en momentos así, cuando dejamos de compartir sueños para compartir pesadillas, que me siento sola y exiliada. Mi corazón hoy está herido, contemplando de lejos a mi país convertirse en una tierra violenta e insegura, dividida entre el odio y el miedo.

En junio de 2011 moría también víctima de un crimen otro amigo, el actor y cineasta Manuel Calisto; cada vez con mayor frecuencia la violencia se lleva a gente buena que no necesariamente aparece en los diarios. Si el sentido de la vida ajena va perdiendo su valor es que hemos tocado fondo. No es justo perder así a los amigos, a los padres, a los hermanos, a nuestras parejas, peor aún a los hijos. ¡Ya no más!

Publicado en las Perspectivas del Diario HOY, el 6 de septiembre

Una galería de fotos de Juan Antonio en Photoshelter
Aquí pueden acceder al libro Alguien te está mirando, libro con las fotos que Juan Antonio trajo de su viaje a la China junto con la delegación de EFE; aquí el del Coco, Nunca un río, y aquí, el de Santiago, (de) antes de partir, todos parte de la colección El taller de la retina. 
Momentos dramáticos de luz, un texto lindo de una amiga de Juan Antonio
El amor que no nos deja, en Gkillcity.com
Juan Antonio, una profunda y sentida despedida por el padre de Juan Antonio

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