Foto robada de El Universo porque es la única
que encuentro tomada en la oficina mencionada
en la nota. Adelante el Coco. Juan Antonio, atrás.
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Paradocs –la fundación integrada por Coco Laso, Santiago Serrano y Juan Antonio– ocupaba un cuarto y nosotros el resto de una de las oficinas en las que se había ido fragmentando esa bella casona, en la esquina de la Veintimilla y la Seis de Diciembre. Yo solía golpear su puerta sin recelo, aunque sabía que al entrar interrumpía las discusiones apasionadas de nuestros vecinos fotógrafos. Con el pretexto de pedirle un cigarrillo al Coco me instalaba en esa fábrica de sueños, reflexiones e imágenes por el tiempo que duraba un Marlboro rojo, o un poco más, en el mejor de los casos. Será una coincidencia o tal vez un rasgo común, pero lo cierto es que mis amigos fotógrafos poseen una cierta sabiduría y, especialmente, una serenidad que yo no tengo y anhelo profundamente, quizás porque la paciencia es el motor del oficio del fotógrafo y es en la paciencia y la persistencia que las personas vamos creciendo. Confieso que buscaba algo de eso para mí, una conversación que me anime a volver a lo que me esperaba fuera, más que una simple dosis de nicotina.
Decía
Thomaz Farkas que la fotografía es la mejor forma de aprovechar la vida y yo
creo que tenía razón. “Solo
vean”, apuntaba, “es ver, descubrir paisajes, personas, caras,
grupos, calles, fachadas, plazas; todos trabajando, jugando, divirtiéndose,
comiendo, bailando. Todo eso es nuestra vida: experiencias vividas, mirando –y
viendo– siempre, y de ahí fotografiando sin fin... ¡Cada día es diferente: todo
mirar es otro y la gente percibe finalmente que el mundo es inmenso!”
Ese
mundo grande de mis amigos fotógrafos –como el poema homónimo de Carlos Drummond, tan profundo y hoy tan herido– dejó de ser igual la madrugada del
domingo. Se fue uno de los tres Paradocs y con él un millón de imágenes
posibles, de momentos decisivos, de disparos curiosos cargados de un afinado
punto de vista sobre la realidad y de amor por aquel que estaba al frente del
lente. Apenas conocí a Juan Antonio, decía, y sin embargo entendí algo de él y
de nuestro tiempo a través sus fotos. Por eso su muerte me ha causado un
profundo dolor. La distancia es extremadamente cruel en días de luto y es en momentos
así, cuando dejamos de compartir sueños para compartir pesadillas, que me
siento sola y exiliada. Mi corazón hoy está herido, contemplando de lejos a mi
país convertirse en una tierra violenta e insegura, dividida entre el odio y el
miedo.
En junio
de 2011 moría también víctima de un crimen otro amigo, el actor y cineasta
Manuel Calisto; cada vez con mayor frecuencia la violencia se lleva a gente
buena que no necesariamente aparece en los diarios. Si el sentido de la vida
ajena va perdiendo su valor es que hemos tocado fondo. No es justo perder así a
los amigos, a los padres, a los hermanos, a nuestras parejas, peor aún a los
hijos. ¡Ya no más!
Publicado en las Perspectivas del Diario HOY, el 6 de septiembre
Una galería de fotos de Juan Antonio en Photoshelter
Aquí pueden acceder al libro Alguien te está mirando, libro con las fotos que Juan Antonio trajo de su viaje a la China junto con la delegación de EFE; aquí el del Coco, Nunca un río, y aquí, el de Santiago, (de) antes de partir, todos parte de la colección El taller de la retina.
Momentos dramáticos de luz, un texto lindo de una amiga de Juan Antonio
El amor que no nos deja, en Gkillcity.com
Juan Antonio, una profunda y sentida despedida por el padre de Juan Antonio
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