Terminan los EDOC. Estoy muy cansada pero creo que las siestas de la tarde son más bien producto del bajón. Cerrar el festival es siempre una parada en seco y me toma tiempo reponerme. Más aún ahora que el panorama personal no es claro y no sé si podré continuar.
Hace muchísimo calor. Es julio y Jerusalén celebra su festival de cine. He venido a esta ciudad que me inspira tanto con la sola idea de pensar, sentarme a la sombra de un olivo a la espera de una voz divina que me anuncie que, o estoy predestinada a programar, o que es hora de mudar. Pero no hay arbustos ni ángeles. Solamente veo películas y películas hasta que una de ellas me revela algo: es Nostalgia de la luz, de Patricio Guzmán. No puedo escapar. Empiezo a programar el próximo festival.
Vuelvo a casa en Inglaterra, en una ciudad pequeñita, donde Cinememoria tiene su filial. Internet, Skype, un reproductor de DVD, un televisor, mi música preferida y puedo empezar a trabajar.
Con el boceto de la programación en mente empezamos a redactar propuestas para embajadas, fondos e instituciones culturales. Todavía se respira optimismo que el tiempo se encargará de menguar.
El 1 de octubre se abre la convocatoria. Es el momento de llamar al equipo asesor que en esta ocasión evaluará al menos 200 documentales. Me ayuda mucho leer sus pertinentes comentarios, descubrir puntos de vista divergentes, encontrar a cada uno de ellos detrás de su apreciación de una película.
Otoño es tiempo de festivales. Sheffield es el abrebocas del colosal IDFA, donde compite la película ecuatoriana Abuelos. Encuentro a mis colegas de Cinememoria y juntos compartimos maratones de documentales y socialización. Volvemos a casa con decenas de DVDs, nuevas ideas y títulos concertados para los EDOC.
De noviembre a febrero es tiempo de visionado, de descubrir películas hermosas –y otras no tanto– casi siempre en solitario. Recuerdo las tardes frías en que vi Yakuaya, Todos vosotros sois capitanes, Cooking History, Grandir y las obras de Farocki, y como cada una de ellas me ha acompañado por largo tiempo.
Pero no todo es pasión y encantamiento. Hace falta dinero para hacer un festival y la situación económica nos tiene muy preocupados. El presupuesto para derechos, traducciones y subtitulación sólo puede definirse cuando se concreten ciertos auspicios. Muchos filmes se obtienen mediante el pago de tarifas que no siempre podemos solventar. Comienzan semanas de negociación intensa. En la mayoría de los casos llegamos a un acuerdo, pero cuando no se puede duele mucho dejar una película fuera.
La programación se cierra, no sin intensas discusiones. Es tiempo de hacer la grilla, escribir los artículos, redactar las sinopsis. En dos semanas empieza el festival.
1 comentario:
Que bueno leerte de nuevo...
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