Desde niño, Archibaldo de la Cruz ensaya sus crímenes. Ya adulto, se confiesa culpable de la muerte de varias mujeres, pero su imaginación no tiene el poder de convertirlo en asesino
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domingo, febrero 23, 2014
domingo, abril 22, 2012
Coser
No sé por qué suelo buscar una explicación del origen de las cosas, no solo de las cuestiones más centrales de la vida, sino también de asuntos más ligeros, como ahora que pretendía escribir un post bien simple sobre una nueva manta. Quizás sea un modo inconsciente de justificar mis gustos, mis preferencias, las razones de ciertas decisiones, los devaneos del día a día. Creo que en este caso ya es un poco excesivo hacer una suerte de psicoanálisis para contar los motivos por los que me gusta coser, pero antes de hablar del proyecto que retomé este fin de semana voy a irme unos años hacia atrás.
Para no remontarme a la genética, a migraciones y a siglos pasados, vamos a decir que mi gusto por la costura tiene mucho (o casi todo) que ver con mi abuela materna, la Ro. La Rosita nunca ha dejado que alguno de sus nietos o bisnietos le diga abuela o abuelita. Ni pensar en mamá Rosita, mamita, bisabuelita... Eso se me ocurre recién ahora y suena terriblemente fatal. "Yo no soy abuela de nadie", nos recordaba a menudo, y con razón. La Ro siempre ha sido demasiado guapa, alegre, entusiasta, demasiado joven. A quién se le va a ocurrir decirle abuelita, entonces, a una mujer así. Pero de todos modos, como sea que la llamemos, la Ro es la mejor abuela que hay. Y ahí sí nadie me puede discutir. Quizás el Juan Martín tenga buenos argumentos, también la Flavia, la Sofía y la Isabella, pero no voy a competir con esos pelados. A ellos todavía les queda mucha tela que cortar.
Pues bien. La Rosita siempre tuvo un cuarto de costura en su casa. A la Ro siempre le gustaron las telas, los hilos, los botones, las tiras bordadas, los encajes, las máquinas de coser, estar siempre haciendo algo con las manos. La Ro dice que yo soy una hormiguita; bueno, ella es la hormiga mayor.
Al ser hija de una de sus hijas, yo tuve la suerte de estar siempre cerca de mi abuela y vivir muy de cerca las actividades femeninas que ella compartía con mi mamá, y que la mayoría de veces giraban entorno a la cocina y al cuarto de costura. Con mis abuelos maternos yo he vivido una complicidad maravillosa. Ellos nunca fueron los señores a los que, con mucho cariño o con mucha pereza, los nietos les van a visitar los fines de semana. No, su casa siempre ha sido mi casa y tenerles cerca, lo mejor del día. Por eso desde chiquita, incluso antes de ir al colegio y tener vacaciones, me iba con mis abuelos a sus viajes de trabajo a Riobamba o Ambato (qué bella era la vida al pie del Chimborazo donde mi abuelo hacía sus túneles, qué lindos los guanacos, qué calientita la chalina morada de la Rosita, qué deliciosa la sopa de mellocos con el queso derretido y pedacitos de culantro —especialmente porque gracias a los gustos de mi papá, en mi casa esa sopa no se comía jamás—. Pero no solo les acompañaba a las ciudades frías donde trabajaban. Con frecuencia también vacacionaba con ellos en la casa de Salinas: eran semanas deliciosas sin ninguna nostalgia por mis padres, porque con mis abuelos yo siempre me he sentido mejor que en ningún otro lugar.
Inolvidables, por cierto, eran las tardes en La Libertad comprando telas en yardas. Ahí de bien pequeña aprendí que una yarda son 92 cm, lo cual me serviría muchos años después cuando debuté en el mundo del patchwork (alguna relación hay entre Inglaterra y la península de Santa Elena, eso sería de investigar...).
Cuando la vida era dura, sesenta años atrás, mis abuelos se fueron a vivir cerca de Santo Domingo. No me pregunten exactamente qué hacía mi abuelo en ese momento, pero el asunto es que trabajaba muy fuerte. Cuenta la leyenda familiar que vivían en un pueblo tropical, que la Rosita mataba a las culebras con un palo y que mi mami inauguró su memoria cuando una banda de murciélagos salió volando del techo de su casa.
Años más tarde, cuando la familia emigró a Venezuela, la economía era escasa, escasa, escasa y para redondear el mes mi abuela les cosía los vestidos a las putas del pueblo. Y las putas, y todo el mundo, vivían enloquecidas por mi tío Tito, que era un niño hermoso de churitos rubios. Entonces ellas compraban más tela de la que necesitaban sus escotados vestidos para que con las sobras mi abuela pueda hacer ropitas para sus hijos también. Sororidad le llaman ahora pero ha existido siempre.
Muchos años más tarde la economía tan precaria se revirtió. A puro temple de mis abuelos porque nadie les heredó ninguna cosa, nadie les regaló nada aparte de las oportunidades que ellos supieron aprovechar. Yo nací bajo esa bonanza y cualquier dificultad interna que se atravesara en mi familia siempre fue subsanada por mis abuelos que nunca dejaron que nos faltara nada.
Es que en mi casa también se vivía sus angustias y yo creo que en parte por eso bastantes de mis ropas de niña fueron cosidas por mi mamá. O no sé, quizás estoy especulando, recordando las cosas como hoy puedo procesar. Quizás mi mamá cosía para mí como una forma de mimarme, de pasar las tardes con su mamá, de disfrutar de un hobby, quizás realmente era más barato un vestido hecho con una tela de La Internacional, tal vez hayan sido todas estas cosas juntas, en realidad. Sea como sea mis vestidos eran hermosos, sobre todo los de nido de abeja, y también las faldas de vuelos o los pantalones con canesú.
Entonces es algo que vive en la memoria, algo que me transmitieron dos mujeres que amo y creo que ya queda claro por qué me gusta coser. Pero para coser hacen falta telas y la explicación ahí creo yo que viene por otros genes.
Yo no sé si el abuelo de mi abuelo, Fortunato Ramia, cuando llegó a Ecuador se puso un bazar. Pero los miles de libaneses que se establecieron en Guayaquil y Quito, ellos sí se dedicaron a la venta de tejidos. Lo mismo que en Argentina, lo mismo que en Cuba, lo mismo que en Francia donde los árabes son quienes venden las telas más finas. Y debe ser entonces que ese gusto me corre en la sangre ya super diluida, pero para mí no hay paraíso más grande que una tienda de telas, que una mercería con encajes y tiras bordadas con un paisano detrás del mostrador. Si voy a Guayaquil no dejaré de pasearme una tarde por los almacenes del centro (Burda, El Barata, Briz...) y si me buscan ahí seguramente estaré en el estante de los bordados suizos, mi tela preferida. También me gustan el terciopelo, la randa, el algodón purito, la organza y el tafetán, aunque no recuerdo la última vez que sentí alguna de estas texturas. La vida ahora se vive en short y camiseta, un vestido ligero de punto al máximo, y ciertamente lo lamento. Es que a mí me encanta ir a la costurera, que alguien cosa mis ropas a la medida, sentir la cinta métrica rodeándome el cuello, el busto, las caderas y la cintura, me gustan esos rituales tan bonitos que se acabaron desde que alguien decidió que todos nos tenemos que vestir igual, con el jean y la camisa de moda todos en masa, o con la pendejada china de a diez dólares que a la primera lavada se descose o se descolore (con el terrible agravante de haber sido producida bajo las condiciones más infrahumanas posibles y ahí está el verdadero problema del asunto, más que en la mala calidad).
Yo nunca he cosido nada de ropa simplemente porque no sé cortar, no tengo idea cómo poner un cierre, no sé hacer un ojal. Pero la Rosita siempre me decía que si vivía en Inglaterra tenía que aprender a hacer patchwork y así fue que caí en el Quilters Cupboard en Langley Moor. Entonces el patchwork se volvió una pasión bien intensa aunque inconstante, en buena medida como soy yo.
Lo primero que hice fue un bolso que nunca terminé (iba a ser para la Ro pero fue tan feo que nunca se lo di).
Creo que apenas tenga tiempo voy a desarmarlo y aprovechar el material de una mejor manera. Pero bueno, no estuvo tan mal. Con ese proyecto aprendí los conceptos más básicos y fundamentales del patchwork.
El segundo proyecto fue una colcha LeMoyne Star para un bebé que iba a nacer (aunque a los bebés solo se les debe poner bajo una quilt cuando llegan al año, dicen). El bebé se llama José Ignacio y ya va a ir a la escuela... Los pedazos todavía siguen sin ser armados, pero aquí va una muestra. Todo ha sido hecho a mano y los pedacitos cortados con molde y tijeras. Es difícil cortar pedazos tan chicos con una "rotary cutter" (lo siento, no tengo ni idea de toda la jerga quiltera en español). En fin, mucho trabajo y del fino. Entre una máquina y las manos siempre van a ganar las segundas; algún día acabaré esa quilt.
Luego vino lo mejor que he hecho hasta ahora. Esta manta para la Ro.
Me demoré los tres meses que duró el curso. Pasaba todos los lunes en el Quilters cupboard y los otros cuatro días los dedicaba a los EDOC. Esta colcha es super divertida de hacer. Es una de las múltiples versiones de un Disappearing Nine Patch.
A menos que sea una colcha de pedacitos sobrantes, o un proyecto de crazy patchwork generalmente uno empieza un proyecto calculando la cantidad de material que tiene que comprar. La idea, evitar el desperdicio o, peor aún, darte cuenta que te va a faltar tela cuando estás acabando un proyecto y no poderla encontrar.
Pero yo, cuando se trata de telas, soy un poco impulsiva en comprar, así que suelo empezar un proyecto ya con los materiales en la mano. Fue así que hace más de un año volví a casa con unos cuadrados de 12" de distintas telas medio retro, sin una idea clara de qué hacer con ellas. Pensé entonces en no complicarme mucho la vida con moldes, cálculos y patrones y decidí diseñar mi propia colcha, una especie de tablero de ajedrez.


El proceso en fotos:

- De cada cuadrado salieron cinco tiras de aproximadamente 2.5" de ancho.
- Cosí esas cinco tiras y volví a tener unas piezas casi del tamaño de los originales.
- Luego corté en el otro sentido para obtener unas piezas de cinco cuadrados.
- Al coser cinco de esas piezas terminé con los bloques finales, de 25 cuadraditos cada uno. Intenté que los motivos no se encuentren pero finalmente es una colcha muy randómica donde no todo se puede controlar. Las piezas finales van a ser cuadrados de 12.5" (excluyendo el seaming allowance).
- Ayer corté las tiras moradas. Son diez tiras pequeñitas que voy a usar para unir verticalmente las piezas (tienen el mismo ancho de las primeras tiras que corté) y cuatro, del mismo grosor pero más largas, que irán abajo de los bloques de tres cuadrados. Cortaré los bordes finales solo al final cuando vea mismo mismo de qué tamaño me queda la colcha ("Think twice, cut once").
- Cuando la pieza esté lista, antes de hacer el sánduche con el wadding, aprovecharé la tira de San Telmo para envolver los cuadrados. Me imagino el reverso (backing) de la manta con una tela de lunares.
- Y eso es lo que hay, por ahora. Esta es una idea, más o menos, de cómo se va a ver...
martes, abril 03, 2012
Avril c'est demain!
Hace un año estaba en Inglaterra. Justo volvía de Tui donde había estado de jurado en el festival Play-Doc. Ese viaje ocurrió días después de una semana bien dura en el hospital Royal Victoria Infirmary de Newcastle. Sara, Angel, Víctor, Anita, los invitados, la ciudad, la comida, la calidad de la programación y el espíritu increíble que tiene ese festival fueron un bálsamo. El vino de Galicia se llevó la palidez que me había dejado una semana de sueros. Ese viaje fue uno de los momentos cumbres del año que pasó. A lo poco volví a Ecuador y a lo poco empezaron los EDOC. Todo lo que vino después aconteció muy rápido y en menos de dos meses llegamos al Brasil a una vida absolutamente nueva que duró tan solo un mes. De vuelta a Quito antes de cumplir la profecía: Going to California with an aching in my heart. Luego de esas cinco semanas de paz y calma, tan ricas ahora que lo veo en perspectiva, el Brasil de verdad se convirtió ya en una cosa tangible y en algo en serio ya por fin. Solo ahora, meses más tarde, nuestra casa ya sabe a casa, las matrioshkas y mis muertas encontraron su espacio, los libros volvieron a su estante organizados por categorías: por idioma, por tema, por autor y poco a poco los cuadros empiezan a colgar de las paredes (hasta que llega la síndica y nos recuerda que el taladro y el martillo no se pueden usar después de las 6pm y tampoco en fin de semana, con lo cual las posibilidades de hacer un hueco existen solo para los jubilados o para la gente que no trabaja).
Mis marzos y mis abriles, desde que trabajo en los EDOC, han sido meses de escribir. Los artículos para el catálogo, para el periódico, las sinopsis de las películas, los textos para prensa, las entrevistas para los periodistas un chance vagos que te mandan cinco preguntas por mail. Con estrés y con la presión y ayuda de la Pauli y del Alfredo, casi siempre llegué. Para mí este año fue tan rápido que esta vez abril se me vino encima de golpe y estoy pagando con creces cada segundo de procrastinación. Abril que para mí, por cierto, no solo ha sido el mes de cerrar los textos, sino también el mes de viajar a Ecuador para los EDOC y el mes de mi cumpleaños, una fecha que siempre me ha producido sentimientos encontrados, aunque ahora, casualmente, estoy desando que llegue el 14 para decirles buenos días a los 35, "¿a qué no se esperaron encontrarme tan bien?"
Luego de cinco años programando los EDOC, este año decidí alejarme por algunos motivos (tiempo y reorganización personal, más que nada) y concentrarme en armar un programa de cine brasileño, además de sugerir algunos títulos, líneas temáticas y lógicamente seguir de cerca la organización del festival que es una parte de mi vida demasiado querida, compuesta por gente que me importa mucho, un proyecto en el que creo como en pocas cosas en la vida, así como para despedirme de forma radical. El programa de Brasil incluye una retrospectiva de nueve películas de Eduardo Coutinho, un programa de algunos filmes producidos por Vídeo nas Aldeias, unas seis películas brasileñas en distintas secciones del programa y un libro dedicado al cine de Coutinho, con textos increíbles como Victoria sobre el tacho de basura de la historia, de Jean Claude Bernardet (un texto tan poderoso, sensible e inteligente que tiene tanto valor, en sí mismo, como la propia película); un bellísimo análisis de Edificio Master, escrito por Consuelo Lins; un texto que me gusta especialmente, el de José Carlos Avellar sobre Boca de Lixo, entre otros ensayos geniales, como el de Ismail Xavier. Estoy preparando este libro junto con Cláudia Mesquita, la Claudinha, a quien van a tener el gusto de conocer en los EDOC. El libro también va a tener una entrevista que le hice a Coutinho hace unas semanas, su filmografía y un texto a cuatro manos que Manolo y yo nos hemos propuesto hacer.
Desde hace un par de meses estoy bien metida en el libro, pero estas últimas semanas Coutinho es el pan de todos mis días porque el cierre está ya a la puerta. Esta mañana revisaba la versión finalísima del texto de Bernardet y una ráfaga de entusiasmo y de alegría me envolvió y no se ha ido más durante el resto del día.
Aquí, sobre la repetición en Cabra, Bernardet escribe algo que yo recibo no solamente como la lectura de una película sino como un fragmento que dialoga también con la vida. Apenas el libro esté listo, será lo primero que subrayaré:
...El procedimiento es tan insistente que, además de las explicaciones caso por caso, solo puede haber una motivación más fuerte. La repetición reafirma el carácter fragmentario en perjuicio de la continuidad. Pero tengo la impresión de que tiene como función principal resaltar la victoria sobre ‘el tacho de basura de la historia’. Esto fue rescatado, fue salvado, y entonces se dice y se repite que ese fragmento fue desenterrado, fue reconquistado, fue integrado a la historia, que no haya duda, y se repite nuevamente para aferrarse a él, para que no vuelva a desaparecer, para conjurar una nueva pérdida eventual.Me pasó lo que me pasa muy a menudo en este blog desordenado, tan lleno de retazos. Empezaba diciendo que no he posteado y lo que quería contar es que he aprovechado más bien de mis tiempos libres para empezar la manta del día de los muertos con las telas que compré en noviembre, en una tienda en Haight. Quería hacer mi primer post del tipo: Instrucciones para hacer una manta: Square in a Square. Para una manta de una plaza, corte 24 cuadrados de 4 1/2 pulgadas con cada una de sus dos telas principales. No se olvide de dejar el "seam allowance" de 1/4 de pulgada...
El otro día, con casi todas las piezas cortadas, fui al centro a comprarme una máquina de coser (regalo de navidad atrasado y anticipo por mis siete lustros). Pero resultó que, en Brasil, la máquina cuesta cuatro veces lo que cuesta la misma en los EEUU, así que decidí esperar, porque ahora mismo no me está sobrando la plata y porque las buenas nuevas son que me gané una beca y en junio participaré del Seminario Flaherty en Hamilton, NY. Volveré con la Brother y los pedazos cortados saldrán de la canasta de las telas. Pero no puedo esperar. Cuando corto y cuando coso no sé por qué siento tanto placer.
Se va haciendo tarde y empieza a chispear en la terraza. La compu está casi sin batería, quizás sea hora de entrar otra vez e irme a dormir. Hoy fue el cumpleaños de mi gemelo. ¿Cómo dos hermanos gemelos pueden cumplir años con 11 días de separación? Ese fue el enigma que hoy tratamos de resolver. "Cuando uno nace a las 11:59 o cuando se quieren mucho y son gemelos a distancia", fue la respuesta de mi Damián.
Voilá: work in progress:
miércoles, noviembre 23, 2011
Patchwork
Así empiezo yo un proyecto de patchwork. Infatuándome con unas telas... y luego calculando la cantidad de material, lo cual esta vez resultó más difícil que de costumbre. Luego se cortan los pedazos con una cuchilla rotatoria, sin olvidar añadir un cuarto de pulgada para la costura, sobre una tabla verde, por lo general de marca Olfa. Y luego esos pedacitos se juntan hasta armar una pieza más grande que se unirá a las demás hasta convertirse en algo. Ese algo, en esta ocasión, será una manta especial para el día de los muertos y para cubrirnos siempre que haga frío.
No puedo esperar para que mis herramientas lleguen a Río y sentarme frente a la máquina de coser. Trrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr. Cuanto me gusta ese sonido que me hace perder la noción del tiempo.
sábado, junio 04, 2011
La música y la cosas de los días
Mientras me queden mis discos de Einstürzende Neubauten no me haré drama en la vida. Si yo me llamara Sabrina, esta canción sería mi isla.
Estoy de regreso en casa: días de calor y hoy día de frío. La voz de Blixa [Bargeld, líder de EN] vuelve a acompañarme todos los días. Nuevas voces me cantan también, y me sorprenden, me obsesionan, me hacen sonreir, inevitablemente. Pero la suya persiste porque ya es como mía. Mi territorio seguro.
Más tarde saldré al jardín ('unless it's pouring down with rain'). Parece una junglita en medio Norderste inglés y vendría bien podar las rosas, reducir el follaje, cortar la hiedra, sacar las yerbas malas. Al cerezo ya no le queda ni una flor (terminaron de caerse todas mientras yo estaba en Ecuador, pero antes de irme le tomé una foto desde mi ventana por si en Río de Janeiro no florecen así).
Extraño a mi Quito. Es bueno estar allá. Pero también es bueno volver.
El lunes oficialmente empieza la empacada, la botada de un montón de papeles. Pero claro, antes uno tiende a releerlos y con eso se vienen 80 mil recuerdos a la mente. También está pendiente la separada de la ropa: bufandas, sacos, abrigos que ya no me harán tanta falta van a encontrarse con un nuevo dueño. Toca meter los libros en las cajas y claro, cómo no releer las contraportadas, recordar el viaje de la señora Das a la India y su encuentro con el 'Interpreter of Maladies'; tooooodas las novelas de Amos Oz, cada página y dónde estaba o cómo era yo cuando las leía y esos personajes donde inexorablemente me encuentro a mí misma: Fima, Jana, Fania, Dita y Albert. Hay que empacar con cuidado las películas de Buñuel por la historia personal que contienen, el box set de Cassavetes, el de McElwee, el de Mograbi (tres cajitas pequeñas que me han marcado la vida). Cómo deshacerme del cajón de cartas que seguro volveré a releer (para rememorar el cariño de los que siguen y acordarme de los que ya no están más). Son también importantes las fotos, los tapes con todas las memorias de mi abuelo, casi 30 DVCams de eventos independientes, los catálogos de los EDOC (siete años de la vida, de emociones, de encuentros con gente increíble y cientos de documentales). ¿Será que me llevo los apuntes de las clases de ruso? Y las colecciones de matrioshkas y souvenires de tierras remotas y añoradas... Con qué corazón boto mis zapatos rojos y todo lo que recorrí con ellos. Pues no es puro materialismo. Es La vida de las cosas como dice mi querida amiga Paulina. Y al mismo tiempo no sé dónde voy a meter tanta vaina...
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el librero
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algunas de mis películas preferidas (faltó Ghost World)
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autorretrato
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los zapatos rojos en Estambul |
En fin. Esto es lo que Blixa le canta a Sabrina:
It's not the red of the dying sun
The morning sheets' surprising stain
It's not the red of which we bleed
The red of cabernet savignon
A world of ruin all in vain
It's not that red
It's not that red
It's not that red
It's not as golden as Zeus's famous shower
It's doesn't, not at all, come from above
It's in the open but it doesn't get stolen
It's not that gold
It's not as golden as memory
Or the age of the same name
It's not that gold
It's not that gold
It's not that gold
It's not gold at all
I wish that would be your color
I wish this would be your color
I wish this would be your color
Your color, I wish
It is as black as Malevich's square
The cold furnace in which we stare
A high pitch on a future scale
It is a starless winter night's tale
It suits you well
It is that black
It is that black
It is that black
It is that black
I wish this would be your color
I wish this would be your color
I wish this would be your color
...
Your color, I wish
The morning sheets' surprising stain
It's not the red of which we bleed
The red of cabernet savignon
A world of ruin all in vain
It's not that red
It's not that red
It's not that red
It's not as golden as Zeus's famous shower
It's doesn't, not at all, come from above
It's in the open but it doesn't get stolen
It's not that gold
It's not as golden as memory
Or the age of the same name
It's not that gold
It's not that gold
It's not that gold
It's not gold at all
I wish that would be your color
I wish this would be your color
I wish this would be your color
Your color, I wish
It is as black as Malevich's square
The cold furnace in which we stare
A high pitch on a future scale
It is a starless winter night's tale
It suits you well
It is that black
It is that black
It is that black
It is that black
I wish this would be your color
I wish this would be your color
I wish this would be your color
...
Your color, I wish
Y aquí está Blixa, el jardinero...
lunes, diciembre 20, 2010
Para la Ro
Debí documentar el proceso con una cámera mejor que la del Blackberry, pero aquí va paso por paso. En el piso, en la mesa, en la alfombra, sobre la cama! En fin, escogí cuatro colores firmes para el anverso y un bonito estampado para el backing, en blanco y negro. Intenté mezclar colores para el quilting, rojo adelante y blanco atrás, pero no logré obtener la tensión justa en la máquina así que opté por hacer el quilting todo rojo y quedó muy bien. Qué pena no tengo fotos de esta quilt terminada, tiene una dedicatoria bordada para la Ro en el anverso.
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