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lunes, julio 07, 2014

miércoles, junio 19, 2013

R$ 0,20


A estas alturas del campeonato está claro para todos que no se trata de veinte centavos de real. Brasil vive una ola de protestas protagonizada por miles de manifestantes que han salido a las principales calles y avenidas de más de veinte ciudades para rechazar la subida de los pasajes, en primera instancia, aunque ahora las manifestaciones se extienden a otros ámbitos de la vida ciudadana.

Como en toda protesta contemporánea, los que no salen a marchar encuentran una voz desde sus trincheras virtuales, aunque sea para reproducir el testimonio de quienes sí estuvieron ahí con sus reivindicaciones, sus pancartas, sus teléfonos-cámara. Blogueros, videastas, fotógrafos aficionados; militantes de Facebook, reporteros de Twitter, fotógrafos de Instagram; periodistas de los medios más importantes de Brasil, intelectuales y columnistas renombrados. Se siente, en todas las esferas de la comunicación, un profundo desencanto, un rechazo total a la represión policial.


Foto de la agencia EFE donde se ve la magnitud de la
marcha del martes en Rio (aprox, 100 mil personas)
Las protestas arrancaron a inicios de mes, en São Paulo, luego de que el transporte público tuviera un alza de aproximadamente $0,10. Allí los pasajes de metro y trenes urbanos fueron de R$3,00 a R$3,20 ($1.50), mientras que en Rio de Janeiro el pasaje de bus fue de R$2,75 a R$2,95 ($1.35) –el de metro ya había subido a R$3,50 ($1.60) en abril–.

Que Brasil está muy bien, lo dice todo el mundo. Que está carísimo, también. Hay una tendencia a identificar el bienestar según los indicadores de crecimiento económico y cierto es que Brasil, o el Brasil de la zona sur de Rio de Janeiro donde vivo yo, por ejemplo, se siente una aparente prosperidad. Pero hay algo cruel y contradictorio en la teoría de la bonanza, si para movilizarse hasta aquí y limpiar tu departamento, cuidar a tus hijos, atenderte en el restaurante, hacerte el manicure o entregarte las compras en casa, un trabajador que viene de los suburbios de la región norte, digamos, puede llegar a pasar tres horas entre trenes, buses y furgonetas, tan sólo en un trayecto (otro capítulo es la necesidad de ser servido que tiene el brasileño de clase media y alta).

Para llegar a su lugar de trabajo, el ciudadano de clases menos favorecidas tiene que enfrentarse a una migración diaria, por así decirlo, porque el altísimo costo de la vida no le permitiría ingresos medianamente razonables si no se desplaza hasta las zonas donde se concentra la riqueza. Éxodos cotidianos, escasez de unidades, empujones, atascos, hacinamientos. Ver el amanecer y el anochecer desde la van al entrar y salir de la gran ciudad…

Debería estar garantizado, porque es una cuestión de dignidad, un trayecto cómodo y en la medida de lo posible breve, para quien va a trabajar. Acceder a un transporte público digno y eficiente, con corredores viales exclusivos, con mejores conexiones, por un precio que se ajuste a la realidad de sus ingresos, esas fueron las motivaciones iniciales de los manifestantes. Pero ante los desmanes del martes de la semana pasada en São Paulo, la policía y las fuerzas de choque reaccionaron con una violencia impresionante (especialmente la noche del jueves, dejando alrededor de 250 detenidos y más de 50 heridos, entre ellos un fotoperiodista que podría perder la vista), lo que provocó la indignación de gente de todas las edades y estratos. Ahora sí #ogiganteacordou (el gigante se despertó), como dice uno de los hashtags de las protestas.

La coincidencia con la Copa de las Confederaciones –opacada por las manifestaciones– destapa otra llaga abierta en Brasil: la corrupción, que se suma a la mala distribución de la riqueza y la dotación de nueva infraestructura principalmente en las zonas privilegiadas. No se trata de R$ 0,20 el grito de la gente, sino de darle un nuevo orden a este crecimiento económico, controlar la inflación, mejorar la educación, la salud pública; vivir en democracia, al fin y al cabo. 

* Hoy se publica una versión reducida de este artículo en las Perspectivas del diario HOY. Las fotos son de Internet

jueves, enero 10, 2013

RIP Selarón







Qué triste noticia esta de la muerte de Selarón. La primera vez que subí las escaleras me mostró un azulejo que había traído de Ecuador. La última ya no lo vi. Todos los turistas tendrán una historia que contar porque en esas escaleras hay azulejos del mundo entero y él se encargaba de mostrarnos a cada uno esa baldosa que nos llevaría por un momento de vuelta a casa. Es triste y es sórdida la noticia. El cuerpo inerte y quemado, tumbado en las propias escaleras que decoró, junto a un tarro de disolvente. Qué hermosa y qué violenta puede ser esta tierra. Todo ahí mismo, tan cerca. Descansa en paz Selarón.

jueves, diciembre 20, 2012

Oscar Niemeyer



Regularmente observo desde la ventana del bus que me lleva a casa, en la playa de Botafogo, un terreno grande con una construcción en marcha. Es la Torre Oscar Niemeyer, un complejo anexo a la sede de la Fundación Getúlio Vargas que albergará un edificio de 19 pisos y un centro cultural. La verdad es que aún no es posible adivinar las formas que propone el proyecto, sin embargo lo que me emociona siempre que paso por ahí es imaginar que la maquinaria detrás del muro está dando cuerpo a un nuevo proyecto del más entrañable y longevo de los arquitectos, aquel hombre lúcido que en sus casi 105 años de vida le dio otro sentido a la arquitectura, al concreto, a las curvas­ y claro, a la relación de un edificio con el espacio donde iría a proyectarse.
Brasil perdió a su hijo más grande la noche del 5 de diciembre –aquel que con su prolífica obra definió la identidad arquitectónica de este país– y yo puedo dar fe de que la mañana siguiente, cuando abrí la ventana y ya todos nos habíamos enterado de la noticia, un aire triste circulaba por Rio de Janeiro, la ciudad natal de Oscar Niemeyer.
Cuántas cosas magníficas –o terribles también– se puede hacer en más de un siglo, cuántos momentos decisivos de la historia puede vivir un hombre en tan generoso lapso de tiempo, de cuántos cambios sociales y políticos puede ser actor o testigo, cuántos edificios puede proyectar…
Es cierto que las vidas están hechas de encuentros y me atrevería a decir que el decisivo en la carrera de Niemeyer fue aquel con Juscelino Kubitschek, quien a inicios de la década del cuarenta ejercía como alcalde de Belo Horizonte. JK invitó al arquitecto a diseñar el complejo de Pampulha –una zona de esparcimiento en la que sobresale la azulada iglesia de San Francisco de Asís, un clásico de la arquitectura modernista brasileña y del mundo–, y es así que Niemeyer inaugura el uso de la curva y el concreto que lo acompañará durante toda su obra. Años más tarde Kubitschek vuelve a encargar un proyecto al arquitecto carioca, esta vez uno de mayor envergadura, y es así que junto con Lúcio Costa y Roberto Burle Marx, Niemeyer da vida en 41 meses a la nueva capital del país: la mítica Brasilia.
Hay edificios en el mundo que nos hacen sentir tan bien y el Museo de Arte Contemporáneo de Niterói es uno de ellos; esa especie de nave anclada en la Bahía de Guanabara donde el visitante puede girar por horas, como mecido por una ola. Por eso coincido con la opinión de Norman Foster, otro gran arquitecto, quien resalta la importancia colectiva del trabajo de Niemeyer: “el edificio por sí mismo es mucho más que el lugar por el que la gente pasea: es su dimensión pública”.   
“Tenemos que soñar, si no las cosas no ocurren", decía el arquitecto, y es evidente que su prolífica obra solo pudo haber sido realizada desde el espíritu optimista y libre que le caracterizaba. Claro que la vida tenía que ser generosa en años con Oscar Niemeyer.

Publicado en las Perspectivas de Diario HOY el 18 de diciembre

lunes, noviembre 05, 2012

¿Le llamamos al autor para que nos explique?

Mi amigo Alfredo Mora hablaba en la radio el otro día (yo oí el podcast ayer) sobre las influencias musicales de Sin Otoño Sin Primavera en el programa de radio Tan lejos tan cerca de Rafael Barriga. A cierto punto algo dijo de la masculinidad en la música de Nick Cave. Pésima idea sería ponerme a interpretar aquí su teoría, el punto es que me quedé pensando en aquello. ¿Será por eso que uno de mis álbumes preferidos es el 'Dig, Lazarus, Dig!!!'? –que de hecho creo que es mi favorito de todos los discos de Cave. Ese álbum es tipo The death of Bunny Munro, medio sórdido, super embalado; además de que está hilado como una novela, es un disco con una narrativa que comienza en el track uno y no para hasta el final. Eso no pasa mucho y que un álbum te cuente una historia creo que siempre se agradece. (Estoy escribiendo este post corriendo y con el sentimiento de culpa de quien le roba diez minutos a su empleador y a su trabajo, así que he optado por no poner puntos aparte porque así creo que me va a salir más rápido). En fin, whatever will come, will come... Hoy salí de casa temprano camino a mi práctica matutina de yoga. (Soy la inflexible de la turma de desocupadas de la mañana del lunes. "Chega de moleza María", me grita mi instructor a lo lejos. De acuerdo, querido Paulo. Basta de ser tan blanda). El bus estaba repleto mientras mi iPod tocaba Nick Cave, es que yo necesito un poco de maldad antes del encuentro con mi ladito zen. Se sube con dificultad un hombre con muletas y algo que parece polio. Nadie se levanta de su asiento y la verdad es que en esa lata de sardinas entiendo bien que nadie se quiera mover. Una mujer se solidariza y pide a gritos que alguien le ceda espacio al "deficiente". El hombre le agradece por interceder pero al mismo tiempo siento que queda derrotado ante la forma como la mujer lo define. Y yo pienso y no sé por qué no se lo digo, también a gritos, que tener muletas no es ser deficiente. Señora, hasta para ayudar hay que pensar antes de hablar, ¿o qué?. O quizás sean cuestiones de este idioma que no acabo de entender. Vuelvo al iPod y esto, que sí lo entiendo perfectamente, es lo que me dice Cave: What we once thought we had we didn't, and what we have now will never be that way again. So we call upon the author to explain. Mientras tanto es el turno de Aries en el horóscopo de la tvÔnibus, pero ese es solo un detalle irrelevante. 



domingo, noviembre 04, 2012

Imágenes del fin de semana

Forró.-
No había reparado en ello. Es María Paz quien me lo dice: "Nunca había visto a tanta gente bailar con los ojos cerrados". Dejo de observar los pies de las mujeres que bailan de puntas, los cuerpos abrazados, la banda que calienta el ambiente en el segundo piso de la tradicional sala de baile carioca Clube dos Democráticos, en Lapa. Paso a mirar los ojos cerrados de las parejas en aquel momento y es cierto: están en trance. El cuerpo no funciona en solitario –el forró parece situarse en aquella línea donde se fisura tan finamente el cuerpo de lo inmaterial, es un baile que es siempre de dos–.




Mundo de interiores.-
Están acostados en el jardín central del Parque Lage. Ellos hablan, nosotros los escuchamos. Algunos permanecen en silencio, otros susurran un texto. 



Mejor no hablar de ciertas cosas.-

Estreno del sábado en el exclusivo Kino Pravda, tan solo 15 minutos más tarde de desearle buen retorno al Javier y quedarnos con su DVD en las manos.
¡La película es increíble! Y si Paco es diez, su hermano es más. Rabia, maldad, toda la velocidad contenida en el mundo del man, pero la película no vuela, se toma su tiempo. Disfruto tanto del ritmo, me encanta el color, me lanzaría de lleno a esa piscina a medias. 
La primera película de mi amigo Javier Andrade es tan rock&roll que no queda duda que la hizo él. Los actores actúan BIEN, los textos funcionan, los encuadres son elegantes, la paleta de colores es Manabí total. El miércoles Quimbolito me dijo "Eres una chola María Campaña" y luego de ver su filme hasta me siento halagada. "¡Yo soy Simón...! ¡¡¡Simón Simón Simón Simón!!!..."