Me recuerda a la luna de Méliès. Esta tarde cuando la advertí no llegaba ni a la cumbre del Pan de Azúcar. Estaba bajita y colgaba, amarilla e inmensa, como la marioneta de Marsella. Ahora está alta, blanca y más lejana. Igual de redonda. Una mantilla blanca la cubre, lentamente. Pero ahora que la miro, la manta ha pasado ya. ¡Un conejo! Un conejo inmenso y de perfil. Tiene un ojo blanco y brillante. Es el conejo de la canción que me cantaba mi mamá, el conejo de colita blanca, como el algodón.
Hace algo más de una hora era otro el cielo. Fui por mi cámara. Ya postearé algo de lo que conseguí. No sé por qué a veces me gana esa necesidad de capturar lo que me sobrecoge. Habría seguido más cómoda echada en un colchón al aire libre, mirando al cielo.
Aunque Obscured by Clouds iría más acorde con la noche, no se trata de hacer una fiesta temática en la terraza. Algo por dentro me pide If, del Atom Heart Mother. Años que no oigo Pink Floyd, pero quizás las vacas californianas que protegen la pantalla de mi computadora tengan algo que ver con esta urgencia del inconsciente. Aquí está If y la voz increíble de Roger Waters mimándome, acariciándome con una brisa de calma. Las nubes se siguen moviendo. Ya no hace tanto calor en las noches cariocas. Se está bien aquí mirando el cielo, encontrando figuras conocidas, caras amigas, contando ovejas hechas de nube, oyendo este álbum increíble. Hace bien encontrar respuestas en la atmósfera, quizás solo sean obviedades, pero ahí están.
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