La primera es de la 25 de marzo, una de las calles del mundo que más me gustan. Ese día no paró de llover y supongo que por eso estaba bastante vacía. Generalmente es una calle transitadísima e, idealmente, esta foto debería venir con un clip de audio para que sientan la atmósfera que hay ahí. La 25 de marzo queda en pleno centro paulista. Es una calle para pasear, comprar y llenarse de energía. La otra también tiene nombre de fecha, 23 de mayo, solo que es una avenida. Tomé esta foto por la mañana, antes de volver a Rio, desde un puente cerca del metro Paraíso. La foto que no pudo ser, porque se borró de mi celular, era de la noche anterior, en color y llena de autos yendo en ambas direcciones: los que venían, con las luces blancas; los que iban, con las luces rojas de los frenos.
Una selección de frutas, quesos, aceitunas y un bonus track en el Mercado Municipal, conocido como Mercadão. Es una visita obligada pasar por ahí si uno va a São Paulo, más para emocionarse con los olores, los sabores, los colores y los sonidos, que para comprar algo. Alcanzarán a ver que el kilo de las fresas de la esquina costaba 69 reales —33 USD según la tasa de cambio el día de mi visita—; 89 reales el kilo de lychees, que en Ecuador se llaman achotillos y en la calle te venden la fundita por un dólar; el equivalente a 11 USD por el kilo de guanábana, en portugués conocida como graviola. En fin, al mercado de São Paulo vayan a mirar, a emocionarse con los sentidos y el espíritu como si fuera un museo de donde nada puedes llevarte y aprovechen que, si les sonríes, los tenderos siempre te van a dejar probar. Recomiendo cerrar el paseo con un sánduche de mortadella Ceratti, que es la especialidad del lugar.
Aunque las fotos van en una cronología diferente, en realidad empecé esa mañana triste, gris y lluviosa en el Centro Cultural del Banco de Brasil - CCBB, donde tenían una muestra de Antony Gormley: Cuerpos presentes. Gormley es el escultor inglés que hizo el Angel of the North, un ángel de 20 metros que nos cuidaba a los geordies, inmigrantes y nordestinos de Gateshead, Newcastle, Durham y demás alrededores. De hecho la primera vez que recuerdo haber sentido a Inglaterra como mi hogar, un año después de habernos mudado hasta allá, fue cuando volvía a Meadowfield en un taxi desde el aeropuerto tras pasar un mes fuera. Todo estaba verde, de ese verde que solo existe en la isla y de pronto le vislumbré al ángel. Ese momento sentí que había regresado a casa. En fin, la verdad es que llegué al CCBB sin aquel indicio. Emoción mayor. ¡Dónde había sido de reencontrarme con mi ángel!
Pero en realidad el ángel en escala no era el plato fuerte de la exposición, sino decenas de cuerpos repartidos por los tres pisos del edificio. Son todos cuerpos masculinos, aunque su sexualidad parezca más bien la de un espíritu androide, quizás una figura etérea, hombres sin alas pero parientes del ángel. Algunos cuerpos están revueltos y otros yacen solitarios. Todos, eso sí, marcan fuerte su presencia en el espacio. Es una propuesta hermosa, tanto como los 24 mil hombrecitos de arcilla de Amazonian Field, realizados por el artista junto con los habitantes de una comunidad amazónica en Porto Velho, Brasil. No me cansaré de decirlo: "La belleza repara la moral herida". Primero los cuerpos, luego la calle, la lluvia que me moja pero que con las horas se siente más amigable, las frutas, la gente, la bulla, el viento de la ciudad. Qué bueno haber estado ahí.
Pero en realidad el ángel en escala no era el plato fuerte de la exposición, sino decenas de cuerpos repartidos por los tres pisos del edificio. Son todos cuerpos masculinos, aunque su sexualidad parezca más bien la de un espíritu androide, quizás una figura etérea, hombres sin alas pero parientes del ángel. Algunos cuerpos están revueltos y otros yacen solitarios. Todos, eso sí, marcan fuerte su presencia en el espacio. Es una propuesta hermosa, tanto como los 24 mil hombrecitos de arcilla de Amazonian Field, realizados por el artista junto con los habitantes de una comunidad amazónica en Porto Velho, Brasil. No me cansaré de decirlo: "La belleza repara la moral herida". Primero los cuerpos, luego la calle, la lluvia que me moja pero que con las horas se siente más amigable, las frutas, la gente, la bulla, el viento de la ciudad. Qué bueno haber estado ahí.
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