Acá ya es el día del padre y tal vez por eso hoy pienso más en mi papá. Tenerle a mi pa cerca es una de mis grandes fortunas. De mi papá es de quien aprendí la importancia de soñar.
Alguien me dijo alguna vez que había dos tipos de ser humano, las personas líricas y las personas épicas. Y quizás en un tono irónico me incluía en el grupo de las primeras. Es cierto. Para mí la emoción y el instinto van más allá de la razón. Y en ese camino lírico me encuentro siempre con mi papá.
A veces salimos en su carro, solamente para conversar. Y casi inconscientemente, siempre termina llevándome al centro. Nuestras miradas no se encuentran. Vemos hacia adelante, lo que nos presenta el panorama: queda atrás el parque de El Ejido, pasamos por la plaza de San Blas, a lo mejor entramos a San Marcos, tantas pero tantas iglesias en una tarde de domingo. Conforme va avanzando el carro vamos dejando atrás nuestras tribulaciones, vamos soñando juntos, proponiéndonos nuevos caminos, buscando soluciones para los problemas. Volvemos a casa, contentos y renovados, celebrando que seguimos juntos, siempre para adelante.
Cuando mi padre tenía mi edad, yo ya tenía siete años. Lo recuerdo siempre rodeado de sus discos. La música era, y no ha dejado de serlo, el alimento de mi papá. Creo que de él aprendí que a la música no se la trata como un telón de fondo, sino con cierta solemnidad. Tengo el recuerdo, de pequeña, de mi padre oyendo sus discos a todo volumen, acostado en el sofá. Con los ojos cerrados saboreando a Beethoven, a Mozart, a Brahms. A mí también me encanta Brahms. El otro día que escuchaba Einstürzende Neubauten echada en el piso de mi estudio, se me vino esa imagen de mi papá. Yo no sé qué pensaría él de la voz de Blixa, el sonido experimental y a veces violento de las percusiones que construye Unruh, pero sé que el sentimiento es el mismo y cuando un sonido me traspasa el alma me conecto con mi papá.
Se me vino esa imagen, decía, de mi papá más joven y yo hoy, mimetizada en él. Y pensaba con ternura en mi pa, que a mi edad ya tenía dos hijos no tan pequeños y nos llenaba de besos y de cariños. Me encantaba cuando se iba la luz (esos cortes eléctricos que eran tan comunes) porque nos acostábamos los cuatro en la cama, y en oscuras, mi papá nos contaba las anécdotas de su infancia y no había momento más bonito de risas y de calma familiar. Para mí era casi evidente que él siempre iba a estar. Aunque llegaba tarde, trabajaba mucho, no hacía para nada notorios sus problemas. Siempre hubo mucha ternura en mi hogar. Y me veo a mí con todas mis dudas y mis flaquezas y me doy cuenta que ese padre de 34 años tenía que haber sido un ser muy frágil.
Se me vino esa imagen, decía, de mi papá más joven y yo hoy, mimetizada en él. Y pensaba con ternura en mi pa, que a mi edad ya tenía dos hijos no tan pequeños y nos llenaba de besos y de cariños. Me encantaba cuando se iba la luz (esos cortes eléctricos que eran tan comunes) porque nos acostábamos los cuatro en la cama, y en oscuras, mi papá nos contaba las anécdotas de su infancia y no había momento más bonito de risas y de calma familiar. Para mí era casi evidente que él siempre iba a estar. Aunque llegaba tarde, trabajaba mucho, no hacía para nada notorios sus problemas. Siempre hubo mucha ternura en mi hogar. Y me veo a mí con todas mis dudas y mis flaquezas y me doy cuenta que ese padre de 34 años tenía que haber sido un ser muy frágil.
¡Ah! Tantas cosas que podría decir de mi papá. "¡Qué maravilla!", esa es la frase de mi pa. "¡Qué maravilla!" cuando oye a Bruno Ganz en su disco favorito: Beethoven in Berlin, "¡Qué maravilla!" cuando le cuento que me voy a vivir a Brasil, porque fue en São Paulo donde su corazón volvió a funcionar (otra de las razones por las que esa es mi ciudad preferida), "¡Qué maravilla Valentinita!" cuando la pequeña le cuenta de sus clases de piano", "¡Qué maravilla!" cuando le cuento que por fin conocí Petra, cuando caminamos por las calles de Ámsterdam en ese inolvidable viaje que hicimos solos los dos, cuando ve un edificio de Norman Foster, cuando prueba una nueva comida, cuando llegan a verle sus nietos, cuando mira un autorretrato de Van Gogh, cuando lee una nueva biografía, porque tarde -con los años- mi papá se ha convertido en un ávido lector. Mi papá sabe maravillarse de la vida y esa para mí es su más hermosa lección.
4 comentarios:
Hermoso María!! el sentimiento que comparten con tu papi es un tesoro invaluable. Les felicito de corazón y deseo aprender esa sabiduría emocional que tienen tus papás y aplicarla con mi hijo; no existe nada material que pueda tener un ápice del valor de la relación que tienen ustedes como familia.
Te mando un abrazo,
Ximena
Gracias Xime! Qué lindo lo que me dice al final, es verdad. Un beso!
Hola cariño! Se me han saltado las lagrimas! Yo echo mucho de menos a mi padre y Era muy parecido al tuyo: totalmente optimista y naif ante la vida. Te quiero mucho pequeña! Ganitas de verte!
Hola preciosa! Qué bonito leerte y que nos encontremos en estas palabras recordando a nuestros papás. Me encanta que tú me digas pequeña, siempre te lo he dicho. Me siento menor, jaja. Ahora te escribo al mail para contarte de la vida. A lo mejor la próxima vez que nos vemos es en una de tus ciudades preferidas:) Besos
Publicar un comentario