viernes, septiembre 30, 2005

63, Frederick Street South


Mi nueva casa da a la avenida principal que cruza Meadowfield (el pueblo donde vivimos y que es dos paradas de bus). En realidad, todos los pueblos son una linea que llega a Durham. Para tener un pueblo supongo que se necesita un par de paradas de bus, un puesto de Fish&Chips y evidentemente una iglesia o quien sabe mas. A lo mejor algun dia esos pueblos estuvieron lejos, pero hoy practicamente hablamos de una sola cosa. Las casas son adosadas y de ladrillos; tipicamente inglesas.

Al abrir la puerta de la casa 63 de Frederick Street South, te encuentras con un corredor de un metro de ancho y de unos cuatro de largo. A un metro de distancia esta una segunda puerta que si la cierras forma un espacio de un metro cuadrado. Caminas por ese corredor alfombrado de un tono rosadito langosta por tres metros mas y te topas con una tercera puerta. Supongo que en total tres puertas separan a la calle de la casa para mantener el calor, pero en realidad ese corredor no sirve para nada mas que para colgar mis posters o mis amuletos judios en las multiples puertas.
Bueno, en realidad ya sirvio para algo mas. Pusimos una zapatera de madera que compramos ayer en los tipicos almacenes de cosas por catalogo y mueblecitos chimbos de plywood y que nos tomo horas armar con el destornillador de a 30 centavos y que resulto una lata. Con esto apelo a la tradicion rusa de mi marido, consistente en nunca caminar con zapatos en la casa (en Rusia las entradas de toda vivienda estan llenas de zapatos y de zapatillas de casa para cambiarse, pero como yo soy ordenada prefiero ponerlos en un mueble). Esta tradicion puede ser especialmente util en Inglaterra donde siempre llueve, asi mi alfombra no se hace un lodo.
Abriendo la tercera puerta de la que cuelga mi ojito de vidrio azul, finalmente llegamos a la sala, tambien alfombrada en el mismo tono rosado-tomaton y con la pared revestida en un tono crema. La sala-comedor es el espacio mas grande de la casa. Una ventana grande la ilumina. Al lado derecho mirando desde la puerta esta una especie de chimenea que funciona con gas y piedras y que en realidad calienta muy bien. Bajo la ventana en mencion esta una mesita de cuatro puestos y al frente de la chimenea los muebles de la sala -dos sofas habanos de cuero para 2 personas, muy parecidos a los de la sala de estar de los abuelitos Ramia.
Arriba de la chimenea puse ya la foto de las mujeres de Colta de Sebastiao Salgado en un marco color madera, en la pared del frente ira un tapete de retazos en tonos azules hecho por los druzos del Golan, y en las mesitas de centro, estanterias y demas, lucen mi coleccion de matrioshkas, mis ceramicas ecuatorianas, mi cucurucho de Semana Santa (que en las inspecciones aeroportuarias despierta sospechas porque parece del Ku Klux Klan, asi que me toca explicar de la procesion de Viernes Santo en San Francisco), la caja de corteza de arbol tipica de Krasnoyarsk, la botellita con disenos de arena de Petra, mi estrella de David y los suecos holandeses de porcelana azul y blanca de Delft y demas items que me recuerdan cada viaje y que delatan mi espiritu barroco, mi sincretismo o mi chagreria, como lo prefieran llamar. El Misha no se molesta con mi estilo decorativo, creo que le gusta tambien.
A la derecha de la puerta, hay unas gradas alfombradas (siempre con la misma alfombra) y con pasamano de madera.
Siguiendo en la direccion de la puerta, atravesando la sala, esta otra puerta que lleva a la cocina, otro corredor practicamente, pero esta vez con alfombra gris poco peluda y paredes amarillas, creo que con alguna cenefa que las decora, con todos los artefactos necesarios (teteras, pyrex y hasta balanza que no se si usare alguna vez) y con una ventana que da a un mini patio posterior compartido con los vecinos donde se cuelga la ropa.
La cocina es muy coqueta pero chiquita (da ganas de cocinar pasteles, galletitas, mermeladas y cosas ricas de lo perfectita que es), pero cuando se pasa de la sala a la cocina (rocotin-rocotan) se siente claramente una diferencia climatica (se ve que los radiadores de la cocina son menos poderosos).
Lo ridiculo de mi casa es que siguiendo en la misma direccion llegas al bano (con piso negro y blanco de cuadritos como me gusta), es decir que la cocina es un paso obligado hacia el unico bano y que a media noche si necesitas hacer pipi tienes que bajar desde el cuarto y atravesar toda la casa para lograrlo.
En fin, el bano tiene una tina grande y la ducha no muy estable porque ya me cayo en la cabeza. El lavabo es tipicamente ingles con dos grifos, uno para el agua caliente y otro para la fria, es decir que cuando te lavas las manos la derecha se congela y la izquierda se quema (el concepto agua tibia no se conoce todavia, pero ya lo voy a inventar).
Entre la cocina y el bano hay un espacio de un metro cuadrado, donde se cuelgan los abrigos y la tabla de planchar y donde esta la puerta que lleva al patio posterior.
En el segundo piso estan dos cuartos, el de huespedes que es pequenito (pensamos quitar esa cama, poner un sofa-cama y un escritorio y hacerlo mas bien un estudio e irnos a dormir ahi cuando tengamos visitas) y mi cuarto que es lindo y mediano. Tiene una ventana que da al parque y un closet suficientemente grande como para poner tanta vaina que tengo. Es de color blanco hueso con una cenefa en la mitad (como en el cuarto de la Isabella), en tonos verdeaguizos y azulitos, con una comoda blanca y una cama plateada mate que parece de IKEA, bastante pequena y con un colchon muy suave y por lo tanto horrible.
El Misha se enoja porque le digo que la cama es enana y que quiero una King Size (el dice que asi no me va a ver nunca, pero a mi por la noche me gusta abrir las patas y los brazos cual rana y no sentir nada ni nadie a mi alrededor). En fin, si ya sentia que la cama de Israel era pequena, esta me parece un castigo (creo que es Queen Size, no se las denominaciones inglesas porque entre pies y pulgadas no entiendo nada).
Esta casa puede ser tranquilamente comparada a nuestra casa de la German Aleman 187, es decir la casita de Hansel & Gretel, muy acogedora pero con varias incongruencias e incomodidades. No es una casa muy practica en terminos de circulacion (sobre todo por el bano) y espacios, pero es lindisima y da ganas de pasar todo el dia adentro. Por otro lado, es mi primera casa de dos pisos (excluyendo la casa de Vigoda donde un piso eran 3 gradas).
Mi casa queda a tres millas del centro de Durham. El bus tarda unos 10 minutos y de ahi el Misha debe caminar unos 20 para llegar a la U o cambiar de bus, pero como la caminata es a orillas del rio en medio del bosque con la segunda Catedral mas antigua de Inglaterra en las alturas, resulta una caminata mucho mas inspiradora para comenzar el dia que un recorrido de bus. Seguramente cuando neve, truene y relampaguee la inspiracion se ira al diablo.
Estamos casi en octubre y a excepcion de los pocos rayos de sol que salen de vez en vez, ya hace frio, llueve y el viento sopla fuerte. Claro que aqui la gente todavia se pasea en faldas sin medias y en mangas de camisa. Supongo que se aferran al verano, pero para mi que vengo de los 40 grados bajo la sombra en Jerusalen, esto es el polo.
Por demas esta decir que mi casa es su casa y que si uno escoge una casa tan bonita y piensa como decorarla y en el color de las sabanas y que combinen con las toallas, es para que los papas, la familia y los amigos nos visiten, sino me diera igual irme a vivir en un cuartucho. Realmente la ilusion es esa, tenerles aqui, asi que espero que empiecen a ahorrar.
Es que Inglaterra es carisima. Solo de gas tenemos que pagar al mes un estimado de 60 dolares, segun una carta que nos llego hoy de British Gas. En Israel nosotros pagabamos 10 dolares por dos meses. El gas es mas caro que la electricidad y sirve para la calefaccion y el agua caliente.
La gasolina es otro bien de lujo, pero de todos modos ya le he puesto el ojo a un Nissan Micra. El sueldo del Misha -que sonaba muy aceptable pasado a dolares- quitandole los megaimpuestos y dejandolo en libras nomas, sirve para vivir decentemente, darte ciertos privilegios, a lo mejor comprarnos un carro, pero nada mas. Cuando yo tenga un trabajo, y espero que pronto no solo por lo economico, supongo que las cosas seran mas interesantes porque podremos ahorrar.
Como les decia, los impuestos se comen tu sueldo y como yo le digo al Misha, por tal cantidad deberia haber un servivio de masajes gratuito en cada esquina. Pero bueno, es evidente que los servicios son mucho mejores, la ciudad esta limpia, la parada de bus es decente, tenemos salud publica gratuita, el centro de deportes y gimnasio del "County" (que queda a una parada de mi casa y si me motivo rapido pasara a ser mi segundo hogar), guarderia a precio "modico", etc, etc.
La gente es tal vez lo mejor del capitulo Inglaterra. El Manolo decia que tiene que ser porque es una isla y seguro tiene razon. Aunque no es Cuba ni Sicilia, la gente es super calida a su manera. Soy la "darling" de las viejitas, todo es "thank you very much indeed", "lovely", "okay-dokey" y todas las dulzuras/cursiladas del genero.
Este trato me gusta, sobre todo en este momento, porque me siento bienvenida y porque tengo la experiencia israeli todavia muy fresca. Dicen que en Israel la gente no tiene malos modales, porque simplemente no los tiene. Es muy chistoso pero es verdad. Todo el mundo te grita, te trata a la patada, te lanzan el vuelto, son directotes y sincerotes, encantadores a su manera porque no lo hacen con mala onda y son buenas personas tambien. Creo que su comportamiento combina con el clima, con su fisico y no me molesta para nada.
Pero aqui, incluso mas aun porque vivimos en una ciudad pequenita y al norte (seguramente influida por la buena onda de los escoceses) brilla la educacion de la gente, del senor que te responde con un respeto y una clase de primera cuando le preguntas una direccion en la calle, del vendedor, del dueno de casa, etc, etc.
El primer dia, por ejemplo, una senora buena gente nos trajo al hotel para estudiantes de la universidad (un castillo patrimoniado cuyos fundamentos datan del siglo XI) desde el areopuerto de Newcastle de gratis y porque si, solo por buena onda. Los duenos de casa nos llevaron con todos nuestros tereques a la casa y hoy, en vez de tomar un camioncito desde la U hasta Meadowfield, ya tenemos un nuevo pana que nos va a ayudar a llevar en su auto (sin importarle cuantos viajes sean necesarios) 100 kilos de cosas que mandamos por correo . Creo que la suerte sigue estando conmigo.

 
Como veran, este post viene sin tildes, pues no encuentro el espanol en ninguna parte en este Word de segunda llamdado OpenOffice.org. Sabran perdonar!

domingo, septiembre 18, 2005

A Jordania, desde la casa de Carcelén



Cuando era niña, vivía en una casa con un jardín enorme y con mis primos de vecinos, muy al norte de Quito, en el barrio de Carcelén Alto. Supongo que acentuábamos el “alto” para dejar en claro que nuestro Carcelén no era el mismo de los multifamiliares del Banco de la Vivienda, el Carcelén Bajo, a donde íbamos por las tardes en el Peugeot 504 a comprar el pan y la leche o las láminas de la flora del Ecuador en el bazar Rosany.
En todo caso nuestro Carcelén era el mismo de las fábricas, el de los helados Eskimo, los Chitos de Ecudal (“porque son horneados y no fritos”), esos que llenaban de caspa amarilla el saco del uniforme del colegio. Allí las tardes olían a papas fritas, aquellas que se producían en masa al frente de nuestro cerramiento, o mejor aún a los pasteles, llorones y donuts que nos preparaban contentas mi mami y su hermana, mi tía Verito.
Quién sabe los complejos ya nos venían desde niños y aunque mi barrio se denominaba “alto” por hallarse geográficamente más arriba del “bajo”, en estas definiciones también había mucho de separación de clases. Es que un solo adjetivo podía truncar nuestra aún embrionaria, pero en cualquier caso posible, vida social de niños de clase "media-alta".
De eso me doy cuenta ahora. Cuando era niña prefería disfrutar de las bondades de mi jardín. Como un caballero estoico protegía mi árbol de guabas. El mismo palo que me servía para bajarlas de las alturas, era el arma perfecta para escarmentar a mis ágiles primas pequeñas, las rubias ladronas de guabas que se escondían en el cerramiento con sus canastas vacías.
Pero aunque sufrían conmigo, también fueron muy felices. Gracias a los niños Ramia -mis siete primos y mi ñaño Juani- mi niñez fue enormemente bella, libre y creativa.
En el cerramiento sur de mi casa, el que daba a la avenida John Lennon como la bautizó mi hermano (el letrero hecho a mano que habíamos colgado no duró mucho porque mi abuelo lo censuró), crecía una planta de moras que se fundía con otra, mucho menos productiva, que nos daba frambuesas.
Cuando llegué a la adolescencia empecé a hartarme de mi barrio. Salir con mis amigas implicaba un esfuerzo de una hora de trayecto, el servicio de buses era bastante limitado, mis amigos hacían caras antes de traerme de vuelta a casa luego de las fiestas y aunque mis papis eran, entre otras cosas, choferes sin sueldo, la distancia comenzaba a interferir con mi libertad, mis planes y mis nuevos intereses.
El aislamiento duró hasta los 20 años, cuando mis padres le vendieron la casa al mismo señor que, desde la calle, nos regalaba membretes a los primos más valientes que desafiábamos a la gravedad caminando sobre los cerramientos de las cuatro casas de los hermanos Ramia.
Ese vecino se llamaba Wail -Juan con acento árabe creía yo- y en ese entonces era un joven empresario jordano que tenía una fábrica de adhesivos y que había llegado a Quito hace poco tiempo. Mis tíos se quedaron en el barrio y siempre que voy de visita me causa una fuerte impresión ver las ruinas de mi casa de infancia. Es más, hoy ya ni siquiera queda algo de la estructura original, tan solo un poco atractivo edificio gris que se comió todo el jardín para poder existir, desde donde planifica sus negocios el señor Wail Alaam Khamis.
Hasta ahora, cuando paso por ahí, pienso en mi árbol de guabas, el taller de carpintería de mi padre, sus hábiles maestros y la pila de aserrín, muchos sueños que se cumplieron en esa casa y otros que nunca llegamos a ver, y de entre tantos otros recuerdos viene el de mi Chocolate, la cocker que me acompañaba estática en mis consuetudinarias siestas de la tarde cuando aún no me habían detectado el hipotiroidismo que a las 16h00 me vencía y me mandaba la cama.
Empecé este post con la idea de hablar de Jodania, a donde fuimos de viaje la semana pasada. ¿Qué me hizo cambiar de opinión? ¿Qué me llevó de las calles de Amman a mis recuerdos de infancia?
Ocurre que hace un par de meses, cuando estuve en Ecuador, volvía con mis abuelos de una mañana de compras y bajando por mi avenida de infancia me encontré con una bandera negra, blanca, verde y roja flameando exactamente donde crecían mis moras. Detuve el automóvil para ver de qué se trataba. Mi casa de infancia, además de fábrica de pegatinas, se ha convertido hoy en día en el Consulado Honorífico del Reino Hachemita de Jordania.
Motivada por mi abuela Rosita, que siempre ha soñado con conocer Petra, o por la obsesión de mi padre por aquel número de la National Geographic que hablaba también de la ciudad rosa de piedra, tenía ya en mente hacer un viaje por Jordania apenas volviera al Medio Oriente. Esa mañana, desde el recuerdo de la mata de moras, empezó mi viaje a Jordania, y no meses más tarde, en Israel. Es que los viajes no comienzan en el aeropuerto, si no desde que los imaginamos.
Jordania amerita una nota aparte y, en esta tarde de domingo, mis recuerdos necesitan también un poco más de tiempo para pasearse por mi mente. Ya encontraré el tiempo para hablarles del viaje.
En cuanto a mis primas, por si ha quedado la duda, siguen siendo tan lindas como de pequeñas. Hace mucho tiempo que dejaron de robar.

jueves, septiembre 08, 2005

Mi encuentro con Amos Oz


Martes 6 de septiembre. Rahat.
El viernes pasado, en el Haaretz anunciaban que Amos Oz, uno de mis escritores favoritos, sería uno de los oradores en la conferencia "After the disengagement, equal/shared citizenship between Jews and Arabs in Israel".
Llamé entonces a Sikkuy y me dieron la grata noticia de que la conferencia estaba abierta a todo el público interesado y que el transporte a Rahat (a una hora y media de Jerusalén) sería gratis. Con tales condiciones, cómo resistirse.
¿Será factible lograr una sociedad igualitaria en Israel, entre árabes y judíos? En términos de posibilidades reales, para un país que ha acogido a más de un millón de inmigrantes rusos, no es tarea imposible. Ahora… ¿existe tal voluntad? En la cabeza y el corazón de muchos ciudadanos comunes sí, existe, y ese deseo alienta.
En fin, es un tema superinteresante que para el efecto nada tiene que ver con el plan de desconexión, porque quienes están en juego aquí son ciudadanos israelíes (árabes, beduinos, druzos) que pueblan principalmente el desierto del Negev y la región de Galilea, áreas que pertenecen a Israel y que no van a ser parte de un Estado Palestino, que tarde o temprano tiene que crearse. Es decir, el martes se habló de los árabes que no pertenecen ni a Gaza ni a Cisjordania, sino a Israel, y que merecen vivir en una sociedad igualitaria.
Fue una reunión emocionante: intelectuales, alcaldes, dirigentes comunitarios, beduinos, el Ministro, representantes árabes y judíos, en una chévere atmósfera de confraternidad.
Pero bueno, digamos que aunque el tema que apasiona, en realidad a lo que fui es a conocer a Amos Oz, hice un viaje para declararle mi admiración, porque habría sido muy ingrato de mi parte no agradecerle por todo lo que me ha dado con su libro.
Oz es un hombre pequeño, muy contrario a lo que yo creía, pues me lo imaginaba alto, muy alto. También me pareció muy sencillo, hasta tímido diría, y con una sonrisa dulce.
Luego de haber leído las 640 páginas de Una historia de amor y oscuridad lo conozco como si fuera mi amigo, pues en su autobiografía se abre con tal transparencia ante sus lectores que sé más de su vida que de la de mucha gente que me rodea. Claro, en realidad no hay una amistad de por medio, pero para mí fue como si la hubiese y por eso mientras hablaba yo le sonreía un tanto cómplice, recordando los pasajes de su inolvidable novela, dándole ánimos desde mi asiento, aunque él no se daba cuenta.
En el receso me acerqué y le pedí un minuto. Le dije que era de Ecuador, que cuando leí en el Haaretz que iba a participar en la conferencia supe que tenía que ir, que Una historia de amor y oscuridad fue un regalo para mí y que es una de las cosas más bellas que me han pasado últimamente. Le hablé de lo difícil que me resultaba separarme de su libro y que cuando le oí hablar sobre la etimología de la palabra "sector" pensé mucho en su padre.
Es que en su disertación, Oz se refirió con desdén a esa palabra que sirve para separar todo en Israel y explicó su etimología en hebreo; partiendo desde “sector”, pasó por otras palabras para terminar en que "sector" en hebreo viene de “corte”. Cómo no ver en el hoy canoso Amos a su padre Arie, quien aprovechaba el desayuno, la cena y los paseos de Shabbat al ese entonces poco poblado barrio de Talpiot, para explicarle a “su alteza” (así lo llamaba) la etimología de todas las palabras que se cruzaban por su camino.
Oz se emocionó y me agradeció por mis palabras “calurosas”. Ya le había robado más del minuto que le pedí, ahora solo quedaba un deseo: el autógrafo que ven más arriba. Luego le firmó My Michael a (el diario de la "izquierda" israelí, si algo como la "izquierda israelí" existe) la ONG Sikkuy anunciaba este coloquio en el que además participarían el dramaturgo árabe Salman Natour y el Ministro de Interior Ophir Pines-Paz, entre otros expositores.
mi Mikhail y, entusiasmado de tener en sus manos dos libros suyos, uno en español y uno en ruso en un pueblo perdido en el desierto, nos deseo paz a los dos. “Shalom” reza su autógrafo. Es también lo que yo le deseo a él y a todos los habitantes de esta tierra prometida.


* El 28 de agosto, Amos Oz fue distinguido con el Premio Goethe que otorga cada tres años la ciudad alemana de Fráncfort. "A través de su obra literaria, Amos Oz logra transmitir a los lectores de todo el mundo un sentimiento de humanidad, de valores morales y de unión que supera todas las fronteras", sostuvo el jurado. El nombre de Oz suena también fuertemente para el Premio Nobel de Literatura.