Desde niño, Archibaldo de la Cruz ensaya sus crímenes. Ya adulto, se confiesa culpable de la muerte de varias mujeres, pero su imaginación no tiene el poder de convertirlo en asesino
viernes, mayo 01, 2009
Donde no hay espacio para la indiferencia
Acerca de Los herederos, una de mis películas favoritas del festival EDOC que empieza el 7 de mayo
Que su cine es una cinta de seda alrededor de una bomba, parafraseando la conocida frase de André Breton sobre la obra de Frida Kahlo, es algo que podríamos decir de las películas de Eugenio Polgovsky. Tienen una fuerza muy particular que al mismo tiempo que irradian belleza encierran un dolor profundo e ineludible urgencia.
Su nuevo documental, Los herederos, acompaña a un grupo de niños trabajadores de varias regiones de México en sus actividades cotidianas: agricultores, artesanos, leñadores, pastores, tejedores… Son responsables de conseguir su propio pan y a veces también el de sus padres y hermanos pequeños. Han heredado las herramientas de sus ancestros, pero también la miseria que parece una espiral que no se cierra jamás.
Los herederos es una película modélica que no necesita de artificios para calar profundo y sacudir a quien la mira. La imagen es cercana y muy cuidada (si en Trópico de Cáncer Polgovsky –quien fotografía sus propios documentales– exponía ya la finura de su ojo, en Los herederos demuestra una estética aun más pulida), la pista de sonido, rica y colorida, y la edición, construida de forma rítmica y precisa sobre una sólida estructura.
No hay nada de bello en el trabajo infantil, eso está claro, pero sí hay mucha belleza en cada uno de los niños de Los herederos, tal vez porque el cineasta decide mostrarlos en su entereza y no en su angustia. Asumen su trabajo con una responsabilidad inquietante, manejan sus herramientas con una habilidad que sorprende, su niñez ha sido escamoteada pero la viven con una dignidad que impresiona.
Solo un pequeño momento musical –con notas lúdicas y soñadoras– irrumpe en medio de tanto realismo y violencia implícita, para recordarnos que hay algo único y precioso en la niñez, pero a la vez tan frágil y efímero, que cuando se rompe ya no se recupera.
Cuando la porno-miseria es premiada y la imagen ofensivamente abyecta y compasiva se apodera no solo de los noticieros sino también del cine, películas como Los herederos son todavía más importantes, pues nos devuelven a un camino mucho más acertado y reafirman el compromiso moral tiene el realizador con sus personajes e historias.
“El arte es poner la verdad en marcha”, nos recuerda Francisco Wuytack (el personaje principal de Persona non grata, también parte del festival). Al ver Los herederos le doy más razón que nunca.
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1 comentario:
Que ganas de verla. Y tienes razon con lo de la porno miseria. Hasta ahora no entiendo por que Slumdog Millionaire gustó tanto.
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