Meadowfield, Durham , Newcastle
Empezamos el día ya tarde, con un delicioso desayuno. Al mediodía salimos a Durham, para que mi papi conozca la ciudad. Supongo que le gustó. Es una ciudad pequeñita, agradable. A mi me gusta sobre todo caminar bordeando el río, también el mercado y la tienda de tés y cafés Whittards of Chelsea. Mi papá experimentó la ‘comida de pub’, un empastado inglés, un montón de Coca-Colas. Ya no veré a Nina e Ivan porque él continuará su trabajo en Boston. Quisimos verles pero resulta que Iván está enfermo.
Al fin de la tarde volvimos a casa. Más fútbol. Empaqué la maleta para los próximos dos meses que estaré fuera de casa.
El lunes lo pasamos en Newcastle. Es una linda ciudad. Fuimos a The Sage, una imponente sala de conciertos diseñada por Sir Norman Foster. A mí me parece un hipopótamo o una ballena, y no lo digo peyorativamente porque una ballena plateada en el río Tyne siempre resulta atractiva. A mi papá le encantó el edificio, hasta le emocionó, diría. Creo que los dos nos conectamos especialmente por medio de la arquitectura.
‘All you can eat’ en el Chinatown, de compras de la camiseta oficial inglesa para mi ñaño, al aeropuerto. En la estación nos despedimos de mi chiquito. Realmente tengo mucha suerte de contar con él. Misha es un hombre íntegro y una razón importantísima de vivir mi vida.
Fuimos en metro al aeropuerto de Newcastle. El vuelo a Ámsterdam saldría retrasado. Hasta ahora ninguno de los vuelos que ha tomado mi papi ha salido a tiempo.
Llamé a Nina para despedirme. Resulta que Iván tiene varicela. Espero que Misha no se haya contagiado. Yo ya la tuve cuando niña.
Llegamos a Ámsterdam y una hora más tarde al Hotel Wilhelmina. Nos han dado un cuarto en el tercer piso y para subir solo hay las típicas gradas enanitas de las casas holandesas. El cuarto es bastante pequeño, acogedor en todo caso.
Casi ha medianoche salimos en busca de comida. Lo único es un Shawarma y para mi un ‘Kaas Brot’ o sánduche de queso. El dueño del restaurante es un egipcio súper conversón. Me recuerda a la hospitalidad de los jordanos en mi viaje a Petra. Siempre me hace bien volver, de cualquier manera, al Medio Oriente.
Tiempo de dormir y comienza la función. Además del calor, mi papi ronca y es imposible detenerlo. Intento con algodones en la orejas, tapándome con la almohada, lo odio, me enfurezco, pero igual él no se da cuenta. A las 7 de la mañana me meto en el baño. Me armo una camita con la cobija de colchón, me tapo con la sábana. Al fin duermo algo. A las 8 mi papá me golpea asustado. “¿Qué haces horas en el baño?” “No, no me hizo mal la comida. Solo quiero dormir un poco…” Media hora más tarde suena el despertador.
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