Debo decir que esta es la respuesta que podría dar a la mayoría de preguntas que surgen en estos días, desde las prácticas, pasando por las profesionales, para llegar a las más propias.
Sobre el estado de mi maleta, la programación de los EDOC, si me siento preparada para el examen de conducción que pasaré el lunes, si emocionalmente podré afrontar separarme de Misha -aunque solo sea por un par de meses-, si en realidad me siento fuerte y lista para retos que se me vienen, sobre cumplir 30 años y constatar que lo más bonito de mi vida ya quedó bien lejos. Mmmm... "No tan lista".
Yo he sido siempre una persona muy nostálgica. Probablemente se trate de mi alma andina. La infancia, la memoria, los recuerdos, la ausencia, la nostalgia… Son temas que siempre me han visitado. Y es fácil sentirse nostálgico aquí, si solo hace falta mirar la luz azulina que baña el paisaje desde mi ventana para quedarme perdida, sintiendo, recordando, pensando, soñando...
El otro día, al revisar la página de los EDOC, miraba un poco asustada que nuestro webmaster -que funge además de muchísimas otras cosas porque así mismo toca cuando no se tiene plata-, anunciaba que yo dirigiría la programación del festival este año y, un poco para presentarme, ponía un link a este blog.
Me aterró por un momento pensar que cualquier persona interesada en los EDOC pudiese dudar de la seriedad del festival al clickear en el enlance, llegar a esta bitácora y en vez de encontrarse con pensamientos en torno al documental o cualquier reflexión de tales categorías, viera en primera plana mis fotos caseras enterrada en la nieve siberiana o resbalándome en la blinka.
Pensé entonces que tenía que subirle el nivel editorial ipsofactamente y que debía plantearme un tema y empezar a escribir muy pronto. Pero no lo hice y no lo voy a hacer ahora.
Me pregunto yo, ¿qué es un festival de documentales si no una colección de historias de vida? (Seguramente la mayoría más difíciles que la mía) ¿Y por qué nos importan esas historias, a fin de cuentas?
Entonces al menos por hoy, escribiré sobre mis historias personales, vanales y cotidianas que, sin embargo, le dan mucho sentido a mi simple vida y que a lo mejor interesan a alguno de los lectores que llegan de relancina.
La primera es el nacimiento del hijito de mi ñaño, que se llama Juan Martín y que, a pesar de la distancia, ya ilumina mi vida o al menos mi protector de pantalla. Es un niñito bello y fotogénico, de pies y manos gordas que dan ganas de comerse y, por lo que dicen, milagrosamente tranquilo venido del padre del que viene.
Tengo también historias de coincidencias, tal vez no más que anécdotas, como la del e-mail cariñoso que entró este segundo a mi bandeja de entrada y que me recuerda que tengo un amigo fotógrafo de una mirada muy sensible, el mismo que tomó una de las fotos más lindas que tengo junto a Misha, el día de nuestro matrimonio mientras sonaba Bron-Yr-Aur de Led Zeppelin (la canción número dos del segundo disco del Physical Graffiti y que precisamente escucho ahorita, en este segundo).
Me encantan las coincidencias y por eso creo que todo lo asocio a ellas. Pero la del sábado es cierta, y tiene un sentido. He pasado ya un buen, buen tiempo, sumida en una reflexión en torno a la identidad, a lo que somos y lo que pudiéramos haber sido dependiendo de las circunstancias. La reflexión partió de nuestro deseo de ser padres, que no sé si sea tan inminente, pero esperemos al menos mediato. Y claro, al estar casada con un siberiano y vivir en Inglaterra, no puedo más que preguntarme: ¿Qué idioma va a preferir hablar mi niño: ruso, español o inglés? ¿Se creerá ecuatoriano, ruso o británico? ¿Ecuador será tan importante para él o ella como lo es para mí? ¿Se sentirá tan ruso como su padre? ¿Será considerado un niño ‘british’ por sus compañeritos de escuela, los vecinos, la sociedad?
En fin, esta reflexión se ha ido extendiendo a mis búsquedas profesionales, pero eso no viene al tema ahora.
Como decía, el sábado ocurrió una linda coincidencia. Fuimos a un concierto de
En el intermedio bajamos a saludarlo y nos presentó a su interlocutor. Empezamos a conversar y mutuamente advertimos acentos, además de un parecido innegable con mi abuelo materno.
Fue así que conocimos a Hussein, un refugiado palestino de 77 años, guapo y distinguido, que ha envejecido tan bien como la mayoría de los árabes y que, luego de pensionarse, disfruta de su tiempo libre escribiendo poesía, leyendo, tomando una copa de vino y recordando...
Hussein vive en Durham más de 50 años. Parece que salió a tiempo de Palestina y logró formarse una carrera como profesor de árabe en la universidad, pero ahora está pensionado, viudo y solo.
Le contamos entonces de nuestra vida en la ciudad santa y él nos contó algo de la suya tantos años atrás en la bellísima Jaffa. La noche terminó en su casa, a la 1 de la mañana, calentándonos con un té, contemplando los recuerdos de sus viajes, los mapas de Cisjordania, la narguila, una pequeña alfombra apuntando a
Dice Hussein que aún puede oler los azahares de Jaffa. Que no ha pasado un día sin que recuerde a su tierra. Y así, me pregunto yo, ¿qué recordaremos nosotros 50 años más tarde, desde una casita victoriana, cuando los hijos estén lejos y el otro se haya marchado? Un árbol de guabas, el viento de Quito...
Desde niño, Archibaldo de la Cruz ensaya sus crímenes. Ya adulto, se confiesa culpable de la muerte de varias mujeres, pero su imaginación no tiene el poder de convertirlo en asesino
miércoles, marzo 07, 2007
No tan lista...
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4 comentarios:
Qué placer leer tu blog... de verdad... qué maravilla... te lo prometo... uno se sumerge de lleno en tus pensamientos, en tu vida... y en la de uno
mismo... Sólo un pequeño matiz sobre este fragmento...
"Sobre el estado de mi maleta, la programación de los EDOC, si me siento preparada para el examen de conducción que pasaré el lunes, si
emocionalmente podré afrontar separarme de Misha -aunque solo sea por un par de meses-, si en realidad me siento fuerte y lista para retos que se me vienen, sobre cumplir 30 años y constatar que lo más bonito de mi vida ya quedó bien lejos. Mmmm... "No tan lista".
COMENTARIO: Yo también soy una nostálgica empredernida... es increíble mirar
hacia atrás y ver la cantidad de cosas bellas que le pasaron a uno, pero te aseguro que quedan muchas por venir porque la vida es una constante sorpresa y que los 30 es la mejor edad para la mujer... tengo pruebas!!! Un besazo
he llegado de casualidad por estos lares, maría.
justamente estaba buscando un mail al cual escribirte a proposito de tu ultimo articulo sobre los cine club en las publicaciones del maac y del 8 y medio.
Quizá el mejor remedio contra la nostalgia de la infancia pasada es mantener siempre en la mirada la inocencia y capacidad de sorpresa de un niño.
Porque si bien nuestra mirada adulta nos descubre visiones y expectativas descorazonadoras, la vida y el mundo siguen siendo cosas mágicas, y cada instante que pasa es un pequeño milagro.
Besos desde Madrid.
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