viernes, mayo 18, 2007

Miradas complementarias


Sesenta y dos filmes componen la selección de los EDOC; la mayoría de ellos profundizan en historias particulares, incluso privadas, que no obstante nos permiten ampliar el imaginario que tenemos del mundo.
América Latina es este año la estrella de los EDOC. A partir de bellas coincidencias y encuentros inesperados, brotó a la superficie un punto de vista y una necesidad que ya se estaba fraguando desde hace tiempo. Al escuchar las historias de nuestros vecinos, nos enteramos también de las nuestras. Trelew, São Paulo y Bogotá están mucho más cerca de lo que pensamos.
Pero también lo están las calles de Tanzania. Al menos esa fue la impresión que me dejó la primera secuencia de La pesadilla de Darwin, el año pasado. Pueblos olvidados de nuestro litoral se reconocen en un paupérrimo paraje africano. Urbanizaciones de lujo en esa misma costa son el reflejo de Miami. Entonces resulta que en un mismo país podemos estar a la vez tan cerca y tan lejos de nosotros mismos.
Faraway, So Close!
Hace un par de años ya, en el desierto de Israel, tuve la suerte de asistir a una conferencia de Amos Oz, uno de mis escritores favoritos y apasionado de la etimología. El tema de discusión eran las consecuencias del plan de desconexión en la relación entre árabes y judíos. En su inolvidable ponencia Oz defendió a la solidaridad como el único recurso viable para un entendimiento. La palabra ‘solidaridad’ -que hace mención a nuestro derecho y obligación in sólidum- viene del término con el que hace cientos de años se designaba a una moneda de oro sólida, consolidada y no variable, y del verbo ‘solidare’ que significa “reunir sólidamente”. Poco a poco el término fue variando hasta que a mediados del siglo XIX ‘solidario’ y ‘solidaridad’ se acuñaron como palabras per se, aludiendo a una realidad firme, sólida, potente y valiosa, lograda mediante la conjunción de seres diversos.
Por eso aquel cine que confronta es tan importante –y el documental en concreto- porque sin importar la magnitud de los temas que aborda, en él confluyen seres distintos, el filmador, el filmado y el espectador, todos ellos participando en diferentes escalas de aquel infatigable llamado a la solidaridad que es el documental.
Somos un festival político, porque filmar es un acto político. Cuando tomamos una cámara y un micrófono en un intento de capturar la realidad, materializamos una necesidad interior muy fuerte de contar una historia que debe trascender de la coyuntura. Filmar es, por lo tanto, creer en la memoria.
Esa voluntad política de denuncia, de interpelación, de tomar partido, está muy presente en el cine documental de América Latina. Películas como Trelew, La ciudad de los fotógrafos, ¡Alfaro Vive Carajo!: del sueño al caos, son líneas maestras que cruzan la programación de los EDOC con determinación y evidencia.
Pero hay otras historias que se cuelan discretas, filmes más pequeños, íntimos y sencillos que logran elevar nuestro espíritu a dimensiones inexplicables gracias a la fuerza de lo real y a la sensibilidad de sus realizadores y protagonistas. Son esos documentales que cubren al espectador delicadamente, como si llevara encima una seda fina. Somos todos humanos, por eso no es difícil sentirse interpelado por un guitarrista prodigio, el holandés y gitano Jimmy Rosenberg, a quien provoca abrazar con fuerza luego de verlo quebrantado a través de una pantalla de cine.
Mi padre el turco; Alguna tristeza; El gran silencio; La película de la reina; Cocalero; Meninas; Veinte años no es nada; El Rastrojero, los cortos de Marcelo Bukin, Del luto a la lucha... Con la programación de los EDOC proponemos miradas complementarias del mundo, visiones que aluden “a una realidad firme, sólida, potente y valiosa”, donde confluyen seres diversos y a la vez iguales a nosotros.

*Publicado en el catálogo de los EDOC

2 comentarios:

Anónimo dijo...

María:
Mi sana envidia! Desde el sur !
Felipe

Anónimo dijo...

Escuché tu mensaje María, cómo hacemos para darte ese material
JLS