Desde niño, Archibaldo de la Cruz ensaya sus crímenes. Ya adulto, se confiesa culpable de la muerte de varias mujeres, pero su imaginación no tiene el poder de convertirlo en asesino
viernes, mayo 18, 2007
La belleza levanta la moral
Hay documentales imprescindibles por su urgencia política, por su contenido social, porque sacuden la consciencia y lejos de ser películas de esparcimiento son obras que nos permiten confrontarnos con el mundo. Hay otros que, en cambio, no dejan entrever ninguna militancia, hablan de realidades sobre las cuales poco hay por denunciar y, en realidad, más que invitar a una reacción provocan una sensación. Filmes como estos se producen, generalmente, en menores medidas, pero son importantísimos. Ellos condensan la belleza escondida del mundo y, por lo tanto, reparan nuestra moral herida. (Esto último parafraseando al francés Claude Bailblé, quien dictó un seminario en Quito y Guayaquil el mes pasado.)
Es decir que tener sed de belleza no es nada superfluo y, tropezarse con ella, una de las pocas oportunidades de reconciliarnos con un mundo que va muy mal.
La poesía es, en la mayoría de los casos, ese momento donde se encuentran la urgencia de expresión con la belleza que flota. Hace falta un talento especial, claro está, por lo que no todos pueden ser buenos poetas. Pero cuando el documental logra ser poético, es un momento para celebrar.
Este año hemos logrado compilar una muestra de filmes donde la poesía es el recurso para contar una historia: Afraid so, de Jay Rosenblatt; Alguna tristeza, de Juan Alejandro Ramírez; Blokada, de Sergei Loznitsa; Cousin, Cousine, de Maria Mohr; El gran silencio, de Philip Gröning, y Paraíso, de Felipe Guerrero. Estos filmes -de distintas intensidades, estilos y aproximaciones temáticas y estilísticas- elevan nuestro espíritu a dimensiones inexplicables gracias a la magia de lo real y a la sensibilidad de sus creadores.
En Paraíso, por ejemplo, el realizador se sirve de material Super-8 para evocar y construir la memoria de Colombia, un país asediado por la violencia. Una mezcla de urgencia política y sublimación produce un filme redondo y muy sentido.
Rosenblatt propone una pieza corta, un juego de palabras e imágenes que en tres minutos logra dar cuenta del estado de ánimo de una nación.
Maria Mohr -en su archipremiado filme experimental de fin de estudios- rinde homenaje a su abuela, la cómplice de sus amoríos de infancia y juventud con su primo; un amor que, como los grandes poetas, desapareció muy joven, envuelto en tragedia.
*Una versión similar fue publicada en El Otro Cine
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