lunes, octubre 22, 2007

25 años de imágenes intermitentes

*Escribí este artículo en junio, para un libro que estaba por publicarse con motivo de los 25 años del diario HOY. Ahora ya está en circulación y el Ministerio sí cumplió su promesa. Justamente hoy cierra el plazo de las primeras convocatorias del CNC.

En 1982, el director argentino Jorge Prelorán -rodeado de un equipo técnico ecuatoriano- contaba en Mi tía Nora una historia en femenino. La co-producción relata la historia de Beatriz y su tía Nora, “dos mujeres cuyas vidas se ven mutiladas por el conservadurismo de una sociedad moralista y autoritaria”, como sostienen Wilma Granda y Christian León en los Cuadernos de la Cinemateca.

En 2007, Anahí Honeisen y Daniel Andrade cuentan en el último largometraje ecuatoriano de ficción que ha pasado por las carteleras del país, una historia también de mujeres. Se trata de Esas no son penas, un filme personal y delicado, que narra un instante en la vida de cinco mujeres de clase media que atraviesan la treintena y cuyas vidas, sin haber llegado a la mutilación, están paralizadas por la apatía, las circunstancias y el desamor.Veinticinco años han transcurrido entre estas dos producciones y, si miramos con optimismo, ahora parece ser el mejor momento para hablar de un cine ecuatoriano. Finalmente el Estado ha reconocido la importancia del audiovisual y si el Ministerio de Economía cumple su palabra, el Consejo Nacional de Cine debería contar con fondos operativos y para el incentivo a la producción dentro de poco. ¡Con un Ministro realizador de videos es lo menos que se podría esperar!
Pero volviendo al recuento, a Mi tía Nora le siguió La Tigra (1989), al que considero el mejor filme del más prolífico realizador ecuatoriano, Camilo Luzuriaga. La película se basa en el cuento de José de la Cuadra y cuenta la historia de Francisca Miranda, la ‘tigra’, la sensual matriarca de un poblado montubio.Luzuriaga volvió a la realización en 1996 con Entre Marx y una mujer desnuda, ahora una adaptación de la novela de Jorge Enrique Adoum. Le siguieron Cara o Cruz (2003) y 1809-1810 Mientras llega el día (2004).Pasaron dos años después de La Tigra hasta el estreno de otra película nacional. Fue el turno de los hermanos Viviana y Juan Esteban Cordero, quienes en 1991 presentaron Sensaciones.Luego de Entre Marx… y una co-producción sin mayor trascendencia, Sueños en la mitad del mundo (Carlos Naranjo, 1999), llegó Ratas, ratones y rateros (Sebastián Cordero, 1999). Estrenada en el Festival de Venecia, es la película que marcó un antes y un después en la historia de nuestro cine. Con ella se inauguró una corriente temática de violencia urbana e historias callejeras, pero sobre todo una nueva forma de hacer cine en nuestro país. Como apunta Jorge Luis Serrano, actual director del CNC, en su ensayo El nacimiento de una noción: “… (Ratas…) irrumpió con energía entre nosotros como una vital bocanada de lucidez en medio del deteriorado y casi irrespirable ambiente que ha caracterizado al Ecuador de los últimos tiempos, sorprendiendo no sólo por su contenido y desenfado, sino por el diseño mismo de la producción que manejó, inteligentemente, su bajo presupuesto”.Le sucedieron, en ficción y entre otros, propuestas tan disímiles como Alegría de una vez (Mateo Herrera, 2001), Maldita sea (Adolfo Macías, 2001), Fuera de juego (Víctor Arregui, 2002), Un titán en el ring (Viviana Cordero, 2003), Tiempo de ilusiones (Germán Aguilar y Margarita Reyes, 2003), Jaque (Herrera, 2003), Cómo voy a olvidarte (Bernardo Cañizares, 2004) hasta llegar a Crónicas (Cordero, 2004), co-producción entre Ecuador y México con la que Cordero nuevamente vuelve a marcar un punto de giro en el cine ecuatoriano. Sin embargo, detengámonos primero en la película de Arregui.Fuera de juego (ganadora del Premio Cine en Construcción, en el Festival de Cine de San Sebastián) en su interesante juego entre la ficción y el documental retrata con desencanto uno de los momentos históricos más angustiantes de nuestros tiempos: días de crisis bancarias, migración y desesperanza.Meses antes de que Arregui llegase premiado desde España, en abril de 2002, ocurría la primera edición del Festival Internacional de Cine Documental Encuentros del Otro Cine (EDOC) al que le seguirían el Festival de Cine de Cuenca que ya no existe más, el Cero Latitud y algunas otras muestras.Durante sus seis ediciones en Quito, Guayaquil y Cuenca -cuando ha sido posible-, los EDOC se han convertido en el principal espacio de difusión de cine de lo real en Ecuador y han desencadenado un renacer de la producción documental.
En la primera edición, además de documentales de medio y cortometraje, se estrenaron tres largos ecuatorianos: El lugar donde se juntan los polos (Juan Martín Cueva, 2001), De cuando la muerte nos visitó (Yanara Guayasamín, 2002) y Problemas personales (Manolo Sarmiento y Lisandra Rivera, 2002).El lugar donde se juntan los polos es un filme muy reflexivo e intimista que por su aproximación estilística y narrativa también podría considerarse un referente en la cinematografía ecuatoriana. Bajo la forma de una carta filmada dirigida a sus hijos, el realizador cuenta de forma elíptica la historia de su familia y la de su compañera, una historia desperdigada entre América Latina y Francia y cargada de connotaciones políticas.En Problemas personales los realizadores acompañan en clave de cine directo a tres inmigrantes ecuatorianos en España, mientras que en De cuando la muerte nos visitó, Guayasamín propone un filme con varios niveles narrativos en el que por medio del relato de los oficios que circundan a la muerte en la península de Santa Elena, plantea una interesante reflexión sobre los ciclos de la vida.
Otros documentales que cabe citar son Augusto San Miguel ha muerto ayer (Xavier Izquierdo, 2003), Ecuador vs. el resto del mundo (Pablo Mogrovejo, 2004), Democracia 25 (Andrés Barriga, 2005), Tu sangre (Julián Larrea, 2005) y El Comité (Herrera, 2006).Grabado en el ex penal García Moreno, el filme de Herrera es una obra muy significativa dentro del cine nacional, pues a pesar de ciertas carencias narrativas expone con pertinencia las durísimas condiciones a las que se somete la población carcelaria en Ecuador. En el mismo género, le siguen Cuba el valor de una utopía (Guayasamín, 2006), Taromenani, el exterminio de los pueblos ocultos (Carlos A. Vera, 2007), ¡Mete gol gana! (Felipe Terán, 2007) y ¡Alfaro Vive Carajo!: del sueño al caos (Isabel Dávalos, 2007).En este último, la realizadora entrevista a varios de los ex integrantes de AVC y desde una perspectiva personal y fresca despierta la memoria colectiva de nuestro país al sacar a la luz un momento histórico de represión y tortura del que poco se había hablado.
A Dávalos, quien debuta en la realización, le debemos la producción de varios filmes nacionales entre ellos Crónicas, la más internacional de las películas ecuatorianas, que contó con la participación de reconocidos actores como John Leguizamo y Damián Alcázar. Crónicas se estrenó en el Festival de Cannes y obtuvo el premio a la mejor película en el Festival de Guadalajara.Otra de aquellas películas determinantes en la historia de nuestro cine es Qué tan lejos (Tania Hermida, 2006). El filme cautivó al público y logró el objetivo de su realizadora, que a través de él podamos mirarnos a nosotros mismos. Se trata de un road movie en el que dos jóvenes, la ecuatoriana ‘Tristeza’ y la española Esperanza, viajan por un Ecuador que ha quedado inmóvil como consecuencia de nuestros consuetudinarios paros, la una para impedir una boda, la otra para conocer al Ecuador. Qué tan lejos ha sido un éxito absoluto de taquilla con casi 210 mil espectadores en las principales ciudades del país. Fue premiada en La Habana, Montreal, Quito y sigue recorriendo festivales del mundo entero.
Le siguen la ya citada Esas no son penas y Cuando me toque a mí (Arregui, 2007), adaptación de la novela de Alfredo Noriega que se estrenará en breve y que en su paso por el Festival de Biarritz se llevó el premio a la mejor interpretación masculina, a cargo de Manuel Calisto.
A este breve recorrido por el cine ecuatoriano, una historia inestable con esporádicos destellos, se suma una heterogénea producción de cortometrajes, género que requiere un menor esfuerzo económico y que por lo tanto ha permitido mantener a los realizadores activos.
Mientras tanto, varios cineastas desarrollan sus proyectos. Uno que provoca especial ilusión es Prometeo deportado, del guayaquileño Fernando Mieles, que si todo sale como previsto comenzará a rodarse a fines de este año.

2 comentarios:

Alfredo Mora Manzano dijo...

Acabo de escribir un artículo sobre lo mismo para "archipiélago" de Mexico y comparado con el tuyo es un asco, debí esperar este y copiarlo.

María Campaña Ramia dijo...

Qué va... Conociéndote, sé que tu artículo estará muy bien. Lo puedo leer en alguna parte?