Sobre el documental en primera persona en los EDOC8

Valentina Ramia, de El Apuntador Escénico, me ha pedido que le hable brevemente sobre una de las líneas que cruzaron la programación de los pasados EDOC: el cine documental en primera persona.

Manos a la obra. Reconozco que se me hace difícil ser breve. Así que produzco aproximadamente una carilla. Entiendo que es casi el mismo espacio que ella tendrá para su artículo, así que incluyo aquí mi versión completa para darle otro uso a ese material, que no sea su descanso en algún folder de mi computadora:

La exploración del yo es un tema que me interesa mucho en el cine documental. Me entusiasman sobremanera aquellas películas que parten de la experiencia personal del cineasta e incorporan elementos autoreferenciales en su desarrollo, pero que al mismo tiempo trascienden el mundo interior del realizador para hablar con un tono íntimo de situaciones que a fin de cuentas son netamente universales. En ese sentido, Time Indefinite, de Ross McElwee, sería el mejor ejemplo que puedo encontrar.
Como programador de un festival de cine, uno no puede escapar de sus intereses personales. Es una ilusión, sin duda, poder compartir con el público lo que a uno le apasiona. Eso ocurrió con la obra de Ross McElwee. Él es uno de mis cineastas favoritos y tenía muchas ganas de compartir su trabajo con la audiencia. Creo que conectó mucho con el público y expandió sus horizontes y su relación con el cine documental.
Además de la retrospectiva de McElwee, contamos con una pequeña muestra de cortos de Jay Rosenblatt, cuyo trabajo ya había sido parte de los EDOC desde hace varios años. No todas sus obras son autoreferenciales; su propuesta gira entre lo personal y el collage, pero digamos que su obra maestra, Phantom Limb (que programamos en 2006 y reprogramamos este año con motivo de su visita) es tal vez la más íntima de sus películas —y una de las más bellas que han pasado por los EDOC—. En otro registro dentro del cine personal están los cortos sobre su hija, que yo los veo como las islas en las que el cineasta descansa luego de transitar por aguas más oscuras (si uno se fija en el conjunto de su filmografía, las películas de Rosenblatt llevan dentro de sí un dolor contenido bastante intenso).
Igualmente la elección de los invitados ratifica el interés de los EDOC por el cine en primera persona. Desde una perspectiva algo más periodística, Albert Solé nos planteó un ejercicio de recuperación de la memoria colectiva a través de la historia familiar y la de su padre en Bucarest, la memoria perdida. También estuvo con nosotros Natalia Almada, directora de El General. Yo creo que de las voces jóvenes del cine documental, la suya es una de las más interesantes. En su película, Almada nos abre su patrimonio íntimo y al mismo tiempo traza una muy poderosa reflexión sobre cómo el México de ahora ha asumido su herencia política y social.
Películas de la finura estética de Retour en Normandie, Diario de Sintra o Potosí, el tiempo del viaje meditan sobre temas de gran envergadura (la muerte, el duelo, la familia, la memoria) y son desencadenadas por experiencias directas de sus realizadores. Y claro, cómo olvidar una de mis películas preferidas de estos EDOC, Of Time and the City, desde mi punto de vista uno de los acontecimientos cinematográficos de los últimos tiempos. Es una película con muchísimos carices: reflexiva, apasionada, militante, poética, política, iluminada con destellos de fino humor.
Me parece importante recalcar, entonces, que del cine en primera persona y de las experiencias tan íntimas de un autor —como el descubrimiento de su homosexualidad, la muerte de un hermano, el nacimiento de un hijo, el viaje de bodas— puedan emanar obras de una universalidad impactante. No siempre esto se logra en el cine autobiográfico, pero cuando los cineastas logran equilibrar su presencia detrás y delante del espejo, el resultado tiene una fuerza inmensa y una capacidad de conexión con el espectador aún más directa que en otras aproximaciones al género documental.