Desde niño, Archibaldo de la Cruz ensaya sus crímenes. Ya adulto, se confiesa culpable de la muerte de varias mujeres, pero su imaginación no tiene el poder de convertirlo en asesino
jueves, noviembre 29, 2012
Werner Herzog en Rio
El domingo terminó el Festival de Cine 4+1 en cinco ciudades. La principal fue Rio y por lo tanto contó con la presencia del invitado de honor. Este año fue Werner Herzog, quien dio una clase maestra increíble. Quería compartirles estas dos horas muy inspiradoras. La pueden ver con subtítulos en castellano o en portugués, los cuales se activan en la misma pantalla.
martes, noviembre 27, 2012
Un lugar a la vuelta de la esquina
El clima de Rio está inclemente hoy. Debería estar volando en este mismo momento, rumbo a Belo
Horizonte. Es casual que justo hace un año hacía el mismo recorrido. Si mal no
recuerdo el clima también estaba lluvioso e igualmente el vuelo se atrasó.
Acababa de llegar de San
Francisco. Misha vendría una semana más tarde. Recuerdo esa primera semana en
Brasil con mucho dolor de piernas y el peor jetlag
de la vida y es que, según me explicaba alguien el otro día, al jetlag de oeste a este se lo procesa
peor. Fui a Belo Horizonte al mismo festival de cine al que voy ahora, el
ForumDoc. Llegar en una tarde algo fría y lluviosa, a una ciudad montañosa como
la mía, donde gente que no había visto nunca antes en mi vida me abrazaba al
conocerme fue algo así como llegar a los EDOC. Entonces desde ese día aquel se
convirtió en mi festival de cine favorito de este país, lo cual solo se
confirmó con el pasar de los días y disfrutar del programa que proponían. Un
festival de cine arriesgado con un programa muy heterogéneo, con películas
brillantes y otras más incomprensibles y cuestionables pero siempre programadas
ahí por una razón de ser, demostrando un punto de vista más urgente que el de
reproducir el palmarés del IDFA y otros festivales de documentales importantes
(algo que me da la impresión que hacen ciertos festivales. Es fácil quedarse en una zona de confort, ¿no?).
En fin… los aeropuertos,
los viajes, los encuentros, los hasta prontos. Se van embarcando los pasajeros
de los vuelos retrasados y esta sala de espera va perdiendo su densidad. El
3754 sigue demorado. Quisiera que mi próximo vuelo fuese a Berlín. Será porque
encontré mi iPod chiquito (un clip verde con espacio solo para lo que realmente
me gusta), de modo que antes de entrar por la seguridad y comer un sánduche de
queso ya oí bastante Led Zeppelin y desde hace una hora que estoy sentada aquí
esperando, lo más querido de Einstürzende Neubauten ya ha pasado por mis orejas
pequeñas. “Was für ein seltener Vogel fliegt allein zum ragenden Gipfel des
Ararat…”
Debe ser por la música que me
acompaña que lo que pienso ahora es cuánto me gustaría ir a Berlín, caminar por
esa ciudad amigable en su dureza, bella sin cirugías restaurativas, meterme
a un galpón en una calle rara y terminar en un perfomance musical extraño, como
me pasó la primera vez que fui hace debe ser unos 13 años. Era la
primera vez que viajaba sola.
¡Oh! Parece que vamos a
embarcar. Bis gleich!
* Este post se llama así solo por la canción que oía cuando empecé a tipear. No tiene mucho que ver pero es eso.
* Este post se llama así solo por la canción que oía cuando empecé a tipear. No tiene mucho que ver pero es eso.
lunes, noviembre 26, 2012
Sin, otoño, sin primavera en São Paulo
* Este relato salió del aire porque luego de que lo puse aquí surgió la opción de publicarlo en El Telégrafo. Ayer salió en el suplemento Cartón Piedra y entonces ya puede volver al blog:)
En 1977 se celebraba la primera edición de la Mostra Internacional de Cinema de São Paulo. Eran días de dictadura militar en Brasil y, por lo tanto, de censura; sin embargo, esto no impidió que el crítico de cine Leon Cakoff y su equipo dieran origen al que probablemente sea hoy el festival con mayor proyección internacional de este país.
Ese mismo año nacimos Iván Mora y yo. La «Suca» (Isabel Carrasco) ya tenía dos años y Javier Andrade llegaría uno después. Otra coincidencia es que Led Zeppelin —mi banda favorita de todos los tiempos— realizaba su cuarta y última gira por los Estados Unidos (aquel tour representa una temporada mítica en la historia de la música del siglo pasado, pero esa es ya otra historia).
Conocí a Iván y a Javier en la universidad. Ha pasado casi la mitad de nuestras vidas desde que comenzamos la carrera y, aunque madurada por todo lo que hemos vivido de cerca y de lejos, nos sigue uniendo una amistad marcada por dos pasiones compartidas: el cine y la música de «Led Zep».
Treinta y cinco años después de ese tan simbólico 1977 —al menos para mí—, Javier, Iván, la Suca (su esposa y productora) y yo nos encontramos en São Paulo para celebrar por partida doble el estreno de sus películas en Brasil, el país donde vivo ahora. Sin otoño, sin primavera, de Iván, ha sido seleccionada en la competencia Nuevos Directores, y Mejor no hablar (de ciertas cosas), de Javier, se presenta en la Perspectiva Internacional de la Mostra.
La cita es a las 18:00 en el hotel Transamérica, muy cerca de la Avenida Paulista. Ahí nos damos el abrazo fuerte de quienes no se han visto por mucho tiempo. Han sido días muy movidos para Iván e Isabel, y este viaje promete ser una tregua. Para ese momento, Sin otoño, sin primavera está en su segunda semana de cartelera en Quito, Guayaquil y Cuenca. La Suca nos cuenta de la batalla que ha sido estrenar la película, a diferencia del tiempo tan fluido y feliz del rodaje, y confiesa que fue gracias al financiamiento del documental La bisabuela tiene Alzheimer —que será estrenado por la red DocTV tan pronto regresen de este viaje— que su familia ha vivido los últimos meses.Tomamos un taxi con destino a Barra Funda, en la zona oeste de la ciudad, y durante los casi veinte minutos de trayecto vamos estableciendo conexiones entre esta metrópolis y un montón de ciudades que parecen estar contenidas en ella. Mis amigos están maravillados con Brasil y no puedo más que darles la razón.
São Paulo se parece un montón a Guayaquil», comenta Iván, «pero también es lo que podría ser Guayaquil. Estábamos con la Suca en el aeropuerto y pensábamos: esto es exacto a Guayaquil. Los mosaicos, la gente, el look setentoso, el clima… Estábamos metidos en el trip de que São Paulo se parece a Guayaquil cuando un chico se baja del avión, otro lo está esperando, se dan un beso apasionado y nadie los regresa a ver. Ese momento dijimos: ¡Esto no se parece en nada a Guayaquil!»
Llegamos finalmente al Espaço das Américas, la sala de shows que aquella noche recibirá nada más y nada menos que a Robert Plant (el vocalista de Led Zeppelin y solista desde hace treinta años tras separarse la banda). No puedo pensar en un mejor regalo para celebrar el reencuentro. Aquella voz aguda y memorable que nos acompañó durante los felices años de la «U» ya no alcanza esos tonos tan altos, pero igual nos estremece y transporta al mejor de los mundos pasados y presentes, con canciones como Friends, Four Sticks, Ramble On, Whole Lotta Love y Going to California…
Ayer hablaba por Skype con Iván y le preguntaba qué había retenido de su paso por la ciudad, sus impresiones de la Mostra, de la noche de su estreno. Esto me dijo de aquel feliz 23 de octubre: «Fue el primer día que estábamos en São Paulo, habíamos caminado todo el tiempo y en ese agotamiento habíamos perdido la percepción de la hora… El concierto fue un momento totalmente onírico. Led Zeppelin ha estado ahí toda la vida, acompañándonos a todos. Fue un encuentro muy fuerte emocionalmente, un momento de complicidad lindísimo entre los cuatro».
Al día siguiente, al menos para el equipo de Sin otoño, sin primavera, la Mostra comienza en serio. Ángela Peñaherrera y Enzo Macchiavello han viajado desde Guayaquil para acompañar a la película. Tienen la misma energía y la fuerza interior de sus personajes; es tan bonito comprobar lo mucho de ellos que hay en Paula y en Lucas (los papeles que interpretan), pero también sentirlos más felices y en calma.
Un salón del elegante hotel Tivoli sirve de oficina al festival y algo me dice que ahí debe hospedarse la very important people que llega a la Mostra. Detrás de las mesas cubiertas con manteles blancos, el equipo del festival atiende a sus invitados. Circulan por ahí cineastas, productores, actores, distribuidores, prensa… Las postales de Sin otoño, sin primavera comparten espacio con los materiales promocionales de otros tantos filmes que se programan en alrededor de treinta salas repartidas por toda la ciudad. Mientras Iván y Javier fijan la hora de la prueba técnica de sus películas, hojeo el grueso catálogo de la Mostra y me encuentro con una oferta difícil de resistir (más de 350 filmes de al menos 60 países). El festival propone retrospectivas de Andrei Tarkovsky y Sergei Loznitsa —que en Ecuador ya tuvo la suya tiempo atrás en los EDOC—, mientras que lo último de Ken Loach, Olivier Assayas, Abbas Kiarostami, Guy Maddin y Maria de Medeiros se cruza con las propuestas de cineastas más jóvenes y tan interesantes como Sarah Polley, Kleber Mendonça Filho y Jonathan Caouette.
Esa mañana visitamos la trigésima Bienal de Arte de São Paulo, el barrio japonés de Liberdade y, finalmente a las 21:30, en la sala 2 del Espaço Itaú de Cinema - Frei Caneca, llega el momento del estreno internacional de Sin otoño, sin primavera que por un mal timing coincide con la premier de Mejor no hablar (de ciertas cosas), que ha comenzado veinte minutos antes en la Librería Cultura.El Espaço Itaú de Cinema queda en el último piso de un mall, pero la ventaja es que llegas al complejo de cines y te olvidas de ello. La fila de espera para ver la película incluye a gente de todas las edades, aunque quizás el promedio ronde entre los 20 y los 35 años. ¿Por qué están aquí para ver este filme en particular?, pregunto a algunos de los asistentes: «vi el tráiler en YouTube», «me gustó la sinopsis», «nunca había visto una película de Ecuador».
Iván presenta la película, agradece al público y cuenta que en su ciudad, Guayaquil, se produce una película cada cinco años. Las luces se apagan, la proyección es excelente y a la medianoche, cuando el último de los créditos desfila por la pantalla, el día termina con la sensación del deber cumplido. Es tiempo de brindar con una cachaça.
La mañana siguiente me provoca una sonrisa ver lo que @AngelaCassette ha publicado en su cuenta de Twitter: «Puedo decir con absoluta certeza que hoy ha sido el día más feliz de mi vida». Pasan los días y le pregunto por qué:«Para mí, la felicidad es todo tipo de expresión artística. En ese día fue increíble haber tenido la oportunidad de visitar la bienal. Cada obra que veía me provocaba sensaciones intensísimas. Es muy difícil ver algo así en Ecuador. Aparte de eso me sentía feliz de estar en Brasil, compartiendo ese momento con Iván y la Suca, personas que han sido parte tan grande de un proyecto que me ha dado tantas emociones y experiencias enriquecedoras. Luego el barrio japonés… ¡Yo que soy tostada de la cultura japonesa! Fue tan bacán estar ahí. Ya me dolían los cachetes de tanto sonreír… Y después ir a la primera función internacional de la película; el encuentro inesperado con Handel [Guayasamín] a la salida, un amigo tan importante de la familia. ¡Y la chica de la patineta! Pequeños detalles cósmicos... Por toda esa cadena de sucesos tan bacanes fue el día más feliz de mi vida. No me había sentido así con una felicidad tan intensa nunca antes.»
El viernes, dos días después del estreno y seguido por un debate, tiene lugar el segundo pase de la película en la Reserva Cultural, «esta sala tipo OchoyMedio solo que mucho más grande», como la describe Iván. «En la charla había gente muy apasionada, una señora opinó que era una película de mujeres fuertes y eso fue especial porque a pesar de que nosotros siempre hemos pensado así no habíamos recibido ese feedback. Alguien nos dijo que en Brasil esta rebelión de los personajes ocurre más en la periferia y nos preguntaron por qué en Guayaquil sucede en la clase media. Nosotros sentimos que no es una rebelión activa sino algo que sucede en la cabeza de los personajes que no se quieren adaptar al sistema pero que justamente en la clase media se encuentra esta sociedad que les quiere imponer sus reglas. Fue un conversatorio de buen nivel y creo que era también por el tipo de sala, se sentía que era un público cinéfilo».
Hay espacio también para preguntas más personales y así uno de los asistentes, parafraseando al personaje de Paula, quien con su grabadora de cassette le pide a la gente que recuerde el momento más feliz de su vida, pregunta al equipo del filme qué es la felicidad para ellos. Es el turno de Enzo:
«Cuando yo era pelado quería ser jugador de fútbol, pero me encaminé hacia otra cosa porque mi hermano tenía una banda y así decidí que quería ser músico. De un sueño me volqué al otro y decidí que quería ser actor. La felicidad más grande del mundo es estar aquí, conversando con un público interesado por este trabajo que acabamos de hacer, percibir sus aplausos… mi felicidad más grande es este preciso momento.»
En 1977 se celebraba la primera edición de la Mostra Internacional de Cinema de São Paulo. Eran días de dictadura militar en Brasil y, por lo tanto, de censura; sin embargo, esto no impidió que el crítico de cine Leon Cakoff y su equipo dieran origen al que probablemente sea hoy el festival con mayor proyección internacional de este país.
Ese mismo año nacimos Iván Mora y yo. La «Suca» (Isabel Carrasco) ya tenía dos años y Javier Andrade llegaría uno después. Otra coincidencia es que Led Zeppelin —mi banda favorita de todos los tiempos— realizaba su cuarta y última gira por los Estados Unidos (aquel tour representa una temporada mítica en la historia de la música del siglo pasado, pero esa es ya otra historia).
Conocí a Iván y a Javier en la universidad. Ha pasado casi la mitad de nuestras vidas desde que comenzamos la carrera y, aunque madurada por todo lo que hemos vivido de cerca y de lejos, nos sigue uniendo una amistad marcada por dos pasiones compartidas: el cine y la música de «Led Zep».
Treinta y cinco años después de ese tan simbólico 1977 —al menos para mí—, Javier, Iván, la Suca (su esposa y productora) y yo nos encontramos en São Paulo para celebrar por partida doble el estreno de sus películas en Brasil, el país donde vivo ahora. Sin otoño, sin primavera, de Iván, ha sido seleccionada en la competencia Nuevos Directores, y Mejor no hablar (de ciertas cosas), de Javier, se presenta en la Perspectiva Internacional de la Mostra.
La cita es a las 18:00 en el hotel Transamérica, muy cerca de la Avenida Paulista. Ahí nos damos el abrazo fuerte de quienes no se han visto por mucho tiempo. Han sido días muy movidos para Iván e Isabel, y este viaje promete ser una tregua. Para ese momento, Sin otoño, sin primavera está en su segunda semana de cartelera en Quito, Guayaquil y Cuenca. La Suca nos cuenta de la batalla que ha sido estrenar la película, a diferencia del tiempo tan fluido y feliz del rodaje, y confiesa que fue gracias al financiamiento del documental La bisabuela tiene Alzheimer —que será estrenado por la red DocTV tan pronto regresen de este viaje— que su familia ha vivido los últimos meses.Tomamos un taxi con destino a Barra Funda, en la zona oeste de la ciudad, y durante los casi veinte minutos de trayecto vamos estableciendo conexiones entre esta metrópolis y un montón de ciudades que parecen estar contenidas en ella. Mis amigos están maravillados con Brasil y no puedo más que darles la razón.
São Paulo se parece un montón a Guayaquil», comenta Iván, «pero también es lo que podría ser Guayaquil. Estábamos con la Suca en el aeropuerto y pensábamos: esto es exacto a Guayaquil. Los mosaicos, la gente, el look setentoso, el clima… Estábamos metidos en el trip de que São Paulo se parece a Guayaquil cuando un chico se baja del avión, otro lo está esperando, se dan un beso apasionado y nadie los regresa a ver. Ese momento dijimos: ¡Esto no se parece en nada a Guayaquil!»
Llegamos finalmente al Espaço das Américas, la sala de shows que aquella noche recibirá nada más y nada menos que a Robert Plant (el vocalista de Led Zeppelin y solista desde hace treinta años tras separarse la banda). No puedo pensar en un mejor regalo para celebrar el reencuentro. Aquella voz aguda y memorable que nos acompañó durante los felices años de la «U» ya no alcanza esos tonos tan altos, pero igual nos estremece y transporta al mejor de los mundos pasados y presentes, con canciones como Friends, Four Sticks, Ramble On, Whole Lotta Love y Going to California…
Ayer hablaba por Skype con Iván y le preguntaba qué había retenido de su paso por la ciudad, sus impresiones de la Mostra, de la noche de su estreno. Esto me dijo de aquel feliz 23 de octubre: «Fue el primer día que estábamos en São Paulo, habíamos caminado todo el tiempo y en ese agotamiento habíamos perdido la percepción de la hora… El concierto fue un momento totalmente onírico. Led Zeppelin ha estado ahí toda la vida, acompañándonos a todos. Fue un encuentro muy fuerte emocionalmente, un momento de complicidad lindísimo entre los cuatro».
Al día siguiente, al menos para el equipo de Sin otoño, sin primavera, la Mostra comienza en serio. Ángela Peñaherrera y Enzo Macchiavello han viajado desde Guayaquil para acompañar a la película. Tienen la misma energía y la fuerza interior de sus personajes; es tan bonito comprobar lo mucho de ellos que hay en Paula y en Lucas (los papeles que interpretan), pero también sentirlos más felices y en calma.
Un salón del elegante hotel Tivoli sirve de oficina al festival y algo me dice que ahí debe hospedarse la very important people que llega a la Mostra. Detrás de las mesas cubiertas con manteles blancos, el equipo del festival atiende a sus invitados. Circulan por ahí cineastas, productores, actores, distribuidores, prensa… Las postales de Sin otoño, sin primavera comparten espacio con los materiales promocionales de otros tantos filmes que se programan en alrededor de treinta salas repartidas por toda la ciudad. Mientras Iván y Javier fijan la hora de la prueba técnica de sus películas, hojeo el grueso catálogo de la Mostra y me encuentro con una oferta difícil de resistir (más de 350 filmes de al menos 60 países). El festival propone retrospectivas de Andrei Tarkovsky y Sergei Loznitsa —que en Ecuador ya tuvo la suya tiempo atrás en los EDOC—, mientras que lo último de Ken Loach, Olivier Assayas, Abbas Kiarostami, Guy Maddin y Maria de Medeiros se cruza con las propuestas de cineastas más jóvenes y tan interesantes como Sarah Polley, Kleber Mendonça Filho y Jonathan Caouette.
Esa mañana visitamos la trigésima Bienal de Arte de São Paulo, el barrio japonés de Liberdade y, finalmente a las 21:30, en la sala 2 del Espaço Itaú de Cinema - Frei Caneca, llega el momento del estreno internacional de Sin otoño, sin primavera que por un mal timing coincide con la premier de Mejor no hablar (de ciertas cosas), que ha comenzado veinte minutos antes en la Librería Cultura.El Espaço Itaú de Cinema queda en el último piso de un mall, pero la ventaja es que llegas al complejo de cines y te olvidas de ello. La fila de espera para ver la película incluye a gente de todas las edades, aunque quizás el promedio ronde entre los 20 y los 35 años. ¿Por qué están aquí para ver este filme en particular?, pregunto a algunos de los asistentes: «vi el tráiler en YouTube», «me gustó la sinopsis», «nunca había visto una película de Ecuador».
Iván presenta la película, agradece al público y cuenta que en su ciudad, Guayaquil, se produce una película cada cinco años. Las luces se apagan, la proyección es excelente y a la medianoche, cuando el último de los créditos desfila por la pantalla, el día termina con la sensación del deber cumplido. Es tiempo de brindar con una cachaça.
La mañana siguiente me provoca una sonrisa ver lo que @AngelaCassette ha publicado en su cuenta de Twitter: «Puedo decir con absoluta certeza que hoy ha sido el día más feliz de mi vida». Pasan los días y le pregunto por qué:«Para mí, la felicidad es todo tipo de expresión artística. En ese día fue increíble haber tenido la oportunidad de visitar la bienal. Cada obra que veía me provocaba sensaciones intensísimas. Es muy difícil ver algo así en Ecuador. Aparte de eso me sentía feliz de estar en Brasil, compartiendo ese momento con Iván y la Suca, personas que han sido parte tan grande de un proyecto que me ha dado tantas emociones y experiencias enriquecedoras. Luego el barrio japonés… ¡Yo que soy tostada de la cultura japonesa! Fue tan bacán estar ahí. Ya me dolían los cachetes de tanto sonreír… Y después ir a la primera función internacional de la película; el encuentro inesperado con Handel [Guayasamín] a la salida, un amigo tan importante de la familia. ¡Y la chica de la patineta! Pequeños detalles cósmicos... Por toda esa cadena de sucesos tan bacanes fue el día más feliz de mi vida. No me había sentido así con una felicidad tan intensa nunca antes.»
El viernes, dos días después del estreno y seguido por un debate, tiene lugar el segundo pase de la película en la Reserva Cultural, «esta sala tipo OchoyMedio solo que mucho más grande», como la describe Iván. «En la charla había gente muy apasionada, una señora opinó que era una película de mujeres fuertes y eso fue especial porque a pesar de que nosotros siempre hemos pensado así no habíamos recibido ese feedback. Alguien nos dijo que en Brasil esta rebelión de los personajes ocurre más en la periferia y nos preguntaron por qué en Guayaquil sucede en la clase media. Nosotros sentimos que no es una rebelión activa sino algo que sucede en la cabeza de los personajes que no se quieren adaptar al sistema pero que justamente en la clase media se encuentra esta sociedad que les quiere imponer sus reglas. Fue un conversatorio de buen nivel y creo que era también por el tipo de sala, se sentía que era un público cinéfilo».
Hay espacio también para preguntas más personales y así uno de los asistentes, parafraseando al personaje de Paula, quien con su grabadora de cassette le pide a la gente que recuerde el momento más feliz de su vida, pregunta al equipo del filme qué es la felicidad para ellos. Es el turno de Enzo:
«Cuando yo era pelado quería ser jugador de fútbol, pero me encaminé hacia otra cosa porque mi hermano tenía una banda y así decidí que quería ser músico. De un sueño me volqué al otro y decidí que quería ser actor. La felicidad más grande del mundo es estar aquí, conversando con un público interesado por este trabajo que acabamos de hacer, percibir sus aplausos… mi felicidad más grande es este preciso momento.»
Un video de mi mejor momento del concierto
BAJO SU PROPIO RIESGO
(no me responsabilizo por los gritos)
viernes, noviembre 23, 2012
Gaza
Pongo aquí una versión similar de mi columna quincenal en HOY que se publicó el miércoles en las Perspectivas. Estoy feliz de que después de yo haber escrito esto el domingo, se llegó a una tregua. Ojalá sea duradera.
Una profesora de periodismo nos recomendaba que al mencionar cifras y estadísticas en un texto las asociáramos con imágenes cercanas a nuestros lectores. Ella decía que gracias a la comparación aquellos números insípidos tomarían un poco de humanidad. Hoy que la Franja de Gaza vuelve a ser una preocupante noticia, me detengo a buscar en mi álbum mental de fotografías un equivalente para una de las zonas más densamente habitadas del mundo.
Según los resultados del Censo de población de Cisjordania y la Franja de Gaza de 1997, publicados por la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA), 1,416,543 personas vivían en los 365km2 de la Franja en dicho momento. Esto determina una densidad de 3,880 habitantes por km2, lo que querría decir que si otro era mi destino, no hubiéramos sido cuatro sino 9,700 los moradores de esa casa con jardín grande donde yo crecí.
En las zonas urbanas de Gaza, las áreas residenciales, comerciales, los servicios y los edificios usados con fines bélicos por los extremistas islámicos conviven lado a lado, de modo que cada ataque israelí –lo quieran ellos o no y esto es discutible– termina recayendo sobre la población civil. Hasta ahora la víctima más pequeña de esta nueva intervención militar es un bebé de 11 meses, hijo del reportero gráfico de la BBC Jihad Masharawi (aunque no sé si para las estadísticas cuenta un niño que no llegó a nacer, pues también murió una mujer embarazada).
Si bien es cierto la violencia ya escalaba desde las últimas semanas, el miércoles pasado alcanzó el punto álgido tras la muerte del jefe del brazo armado de Hamás, Ahmed Yabari, resultado de uno de los asesinatos selectivos de las Fuerzas de Defensa de Israel. Fue así que arrancó la Operación ‘Pilar Defensivo’, una nueva ofensiva con hedor electoral a tan solo dos meses de los comicios en Israel, con Netanyahu en busca de la reelección y liderando la intención de voto.
Esta no es la única coincidencia con la Operación ‘Plomo Fundido’, lo que me lleva a temer que estamos a las puertas de un conflicto que no durará poco. No obstante ahora hay que detenerse a pensar que las condiciones en Medio Oriente son otras. La frontera entre Egipto y Gaza está abierta, la Primavera Árabe ha dotado de un nuevo poder a los grupos islamistas y los proyectiles lanzados desde Gaza ya alcanzan las proximidades de Tel Aviv, tanto así que este jueves al anochecer –veinte años después de la Guerra del Golfo– la capital financiera de Israel volvió a escuchar las sirenas que alertaban a sus residentes de un ataque inminente.
Hasta el momento en que escribo estas líneas ya han fallecido tres personas en Israel y docenas han resultado heridas como consecuencia de los más de 600 misiles lanzados por los grupos islamistas. En Gaza suman 112 los muertos, en su mayoría civiles, incluidos 28 niños, once mujeres y trece ancianos, según fuentes médicas palestinas.
Un reporte de la ONG israelí B’Tselem determinó que 773 civiles murieron en la Franja de Gaza en los 19 días que duró la operación ‘Plomo Fundido’ entre 2008 y 2009; tres en Israel. El uso de fósforo blanco, explosivos de metal inerte denso y otras prácticas cuestionables por parte de las FDI hacen de esta incursión militar uno de los más repugnantes capítulos del conflicto palestino-israelí.
* Para que estos datos no queden en el papel, propongo un ejercicio similar al de mi profesora: hacer de una estadística un rostro. Les invito a ver el documental To shoot an elephant disponible en línea para ser visto y difundido abiertamente. En este filme (selección oficial de EDOC9) el realizador español Alberto Arce relata los padecimientos de la población civil en Gaza durante la operación ‘Plomo Fundido’. Les anticipo que es una película urgente, así como estremecedora.
Una profesora de periodismo nos recomendaba que al mencionar cifras y estadísticas en un texto las asociáramos con imágenes cercanas a nuestros lectores. Ella decía que gracias a la comparación aquellos números insípidos tomarían un poco de humanidad. Hoy que la Franja de Gaza vuelve a ser una preocupante noticia, me detengo a buscar en mi álbum mental de fotografías un equivalente para una de las zonas más densamente habitadas del mundo.
Según los resultados del Censo de población de Cisjordania y la Franja de Gaza de 1997, publicados por la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA), 1,416,543 personas vivían en los 365km2 de la Franja en dicho momento. Esto determina una densidad de 3,880 habitantes por km2, lo que querría decir que si otro era mi destino, no hubiéramos sido cuatro sino 9,700 los moradores de esa casa con jardín grande donde yo crecí.
En las zonas urbanas de Gaza, las áreas residenciales, comerciales, los servicios y los edificios usados con fines bélicos por los extremistas islámicos conviven lado a lado, de modo que cada ataque israelí –lo quieran ellos o no y esto es discutible– termina recayendo sobre la población civil. Hasta ahora la víctima más pequeña de esta nueva intervención militar es un bebé de 11 meses, hijo del reportero gráfico de la BBC Jihad Masharawi (aunque no sé si para las estadísticas cuenta un niño que no llegó a nacer, pues también murió una mujer embarazada).
Si bien es cierto la violencia ya escalaba desde las últimas semanas, el miércoles pasado alcanzó el punto álgido tras la muerte del jefe del brazo armado de Hamás, Ahmed Yabari, resultado de uno de los asesinatos selectivos de las Fuerzas de Defensa de Israel. Fue así que arrancó la Operación ‘Pilar Defensivo’, una nueva ofensiva con hedor electoral a tan solo dos meses de los comicios en Israel, con Netanyahu en busca de la reelección y liderando la intención de voto.
Esta no es la única coincidencia con la Operación ‘Plomo Fundido’, lo que me lleva a temer que estamos a las puertas de un conflicto que no durará poco. No obstante ahora hay que detenerse a pensar que las condiciones en Medio Oriente son otras. La frontera entre Egipto y Gaza está abierta, la Primavera Árabe ha dotado de un nuevo poder a los grupos islamistas y los proyectiles lanzados desde Gaza ya alcanzan las proximidades de Tel Aviv, tanto así que este jueves al anochecer –veinte años después de la Guerra del Golfo– la capital financiera de Israel volvió a escuchar las sirenas que alertaban a sus residentes de un ataque inminente.
Hasta el momento en que escribo estas líneas ya han fallecido tres personas en Israel y docenas han resultado heridas como consecuencia de los más de 600 misiles lanzados por los grupos islamistas. En Gaza suman 112 los muertos, en su mayoría civiles, incluidos 28 niños, once mujeres y trece ancianos, según fuentes médicas palestinas.
Un reporte de la ONG israelí B’Tselem determinó que 773 civiles murieron en la Franja de Gaza en los 19 días que duró la operación ‘Plomo Fundido’ entre 2008 y 2009; tres en Israel. El uso de fósforo blanco, explosivos de metal inerte denso y otras prácticas cuestionables por parte de las FDI hacen de esta incursión militar uno de los más repugnantes capítulos del conflicto palestino-israelí.
* Para que estos datos no queden en el papel, propongo un ejercicio similar al de mi profesora: hacer de una estadística un rostro. Les invito a ver el documental To shoot an elephant disponible en línea para ser visto y difundido abiertamente. En este filme (selección oficial de EDOC9) el realizador español Alberto Arce relata los padecimientos de la población civil en Gaza durante la operación ‘Plomo Fundido’. Les anticipo que es una película urgente, así como estremecedora.
domingo, noviembre 18, 2012
martes, noviembre 13, 2012
jueves, noviembre 08, 2012
La famosa lista de la Rolling Stone
La Revista Rolling Stone sacó una lista de las mejores 40 canciones de Led Zeppelin. Going to California, mi canción preferida de todos los tiempos, de todos los moods, de todos los días, se lleva el número 11. Ramble On está en número 5. Esa canción es algo así como un himno personal: "But now it's time for me to go, The autumn moon lights my way" o "Mine's a tale that can't be told, my freedom I hold dear" son dos de las frases más célebres de mi repertorio musical y personal. Me sorprendió no encontrar a Friends, me hace falta Down by the Seaside. Algún día podría intentar hacer mi propia lista aunque las listas de ranking no suelen decirme mucho. Aseguro, eso sí, que no pondré a D'Yer Mak'er. Esa canción se me fue a la basura gracias a la pésima Sheryl Crow y todos los ilusos que la bailaban coolísimos en La Sal. Ese es uno de los mejores ejemplos de cómo cagar algo que ya estaba demasiado bien. En fin, les comparto el link de una lectura agradable y dos de las canciones más bellas del mundo.
Si tienen mucho que hacer, si tienen que trabajar, si como yo están con un deadline encima y con algo a medias para entregar, que su conciencia se quede tranquila. Parar para oír Led Zeppelin no entra en la categoría del síndrome de procrastinar. Bonne nuit!
"Zeppelin's prettiest song: Page's gentle acoustic fingerpicking weaves together with Jones' mandolin, while Plant tries on some country twang. Rumored to be written about Joni Mitchell, it could just as easily be about any California girl "with love in her eyes and flowers in her hair." And for Led Zeppelin in 1971, there were many."
"The song where Plant first nails his mystic-storyteller alter ego combines familiar folk-blues concerns – hitting the road, looking for a woman – with a riff on J.R.R. Tolkien's The Lord of the Rings. It starts with Page's acoustic strumming and Bonham patting out a rhythm (probably on his knees, possibly on a guitar case or a drum stool; no one seems to recall). Then the chorus crashes in and Page switches on, flinging knife-edge licks while Plant turns from a Hobbit back into a sex machine."
Si tienen mucho que hacer, si tienen que trabajar, si como yo están con un deadline encima y con algo a medias para entregar, que su conciencia se quede tranquila. Parar para oír Led Zeppelin no entra en la categoría del síndrome de procrastinar. Bonne nuit!
"Zeppelin's prettiest song: Page's gentle acoustic fingerpicking weaves together with Jones' mandolin, while Plant tries on some country twang. Rumored to be written about Joni Mitchell, it could just as easily be about any California girl "with love in her eyes and flowers in her hair." And for Led Zeppelin in 1971, there were many."
"The song where Plant first nails his mystic-storyteller alter ego combines familiar folk-blues concerns – hitting the road, looking for a woman – with a riff on J.R.R. Tolkien's The Lord of the Rings. It starts with Page's acoustic strumming and Bonham patting out a rhythm (probably on his knees, possibly on a guitar case or a drum stool; no one seems to recall). Then the chorus crashes in and Page switches on, flinging knife-edge licks while Plant turns from a Hobbit back into a sex machine."
lunes, noviembre 05, 2012
¿Le llamamos al autor para que nos explique?
Mi amigo Alfredo Mora hablaba en la radio el otro día (yo oí el podcast ayer) sobre las influencias musicales de Sin Otoño Sin Primavera en el programa de radio Tan lejos tan cerca de Rafael Barriga. A cierto punto algo dijo de la masculinidad en la música de Nick Cave. Pésima idea sería ponerme a interpretar aquí su teoría, el punto es que me quedé pensando en aquello. ¿Será por eso que uno de mis álbumes preferidos es el 'Dig, Lazarus, Dig!!!'? –que de hecho creo que es mi favorito de todos los discos de Cave–. Ese álbum es tipo The death of Bunny Munro, medio sórdido, super embalado; además de que está hilado como una novela, es un disco con una narrativa que comienza en el track uno y no para hasta el final. Eso no pasa mucho y que un álbum te cuente una historia creo que siempre se agradece. (Estoy escribiendo este post corriendo y con el sentimiento de culpa de quien le roba diez minutos a su empleador y a su trabajo, así que he optado por no poner puntos aparte porque así creo que me va a salir más rápido). En fin, whatever will come, will come... Hoy salí de casa temprano camino a mi práctica matutina de yoga. (Soy la inflexible de la turma de desocupadas de la mañana del lunes. "Chega de moleza María", me grita mi instructor a lo lejos. De acuerdo, querido Paulo. Basta de ser tan blanda). El bus estaba repleto mientras mi iPod tocaba Nick Cave, es que yo necesito un poco de maldad antes del encuentro con mi ladito zen. Se sube con dificultad un hombre con muletas y algo que parece polio. Nadie se levanta de su asiento y la verdad es que en esa lata de sardinas entiendo bien que nadie se quiera mover. Una mujer se solidariza y pide a gritos que alguien le ceda espacio al "deficiente". El hombre le agradece por interceder pero al mismo tiempo siento que queda derrotado ante la forma como la mujer lo define. Y yo pienso y no sé por qué no se lo digo, también a gritos, que tener muletas no es ser deficiente. Señora, hasta para ayudar hay que pensar antes de hablar, ¿o qué?. O quizás sean cuestiones de este idioma que no acabo de entender. Vuelvo al iPod y esto, que sí lo entiendo perfectamente, es lo que me dice Cave: What we once thought we had we didn't, and what we have now will never be that way again. So we call upon the author to explain. Mientras tanto es el turno de Aries en el horóscopo de la tvÔnibus, pero ese es solo un detalle irrelevante.
domingo, noviembre 04, 2012
Imágenes del fin de semana
Forró.-
No había reparado en ello. Es María Paz quien me lo dice: "Nunca había visto a tanta gente bailar con los ojos cerrados". Dejo de observar los pies de las mujeres que bailan de puntas, los cuerpos abrazados, la banda que calienta el ambiente en el segundo piso de la tradicional sala de baile carioca Clube dos Democráticos, en Lapa. Paso a mirar los ojos cerrados de las parejas en aquel momento y es cierto: están en trance. El cuerpo no funciona en solitario –el forró parece situarse en aquella línea donde se fisura tan finamente el cuerpo de lo inmaterial, es un baile que es siempre de dos–.
Mundo de interiores.-
Están acostados en el jardín central del Parque Lage. Ellos hablan, nosotros los escuchamos. Algunos permanecen en silencio, otros susurran un texto.


Mejor no hablar de ciertas cosas.-

¡La película es increíble! Y si Paco es diez, su hermano es más. Rabia, maldad, toda la velocidad contenida en el mundo del man, pero la película no vuela, se toma su tiempo. Disfruto tanto del ritmo, me encanta el color, me lanzaría de lleno a esa piscina a medias.
La primera película de mi amigo Javier Andrade es tan rock&roll que no queda duda que la hizo él. Los actores actúan BIEN, los textos funcionan, los encuadres son elegantes, la paleta de colores es Manabí total. El miércoles Quimbolito me dijo "Eres una chola María Campaña" y luego de ver su filme hasta me siento halagada. "¡Yo soy Simón...! ¡¡¡Simón Simón Simón Simón!!!..."
sábado, noviembre 03, 2012
La bisabuela tiene Alzheimer
El pasado miércoles, en Flacso Cine, se realizó el lanzamiento del documental La bisabuela tiene Alzheimer, de Iván Mora Manzano. La película representa a Ecuador en la tercera edición del programa Doctv Latinoamérica, una iniciativa que fomenta la producción y difusión de documental latinoamericano en televisión. En nuestro país será transmitida por primera vez el 11 de noviembre por ECTV y posteriormente será difundida por las televisoras públicas de otros catorce países.
El estreno del documental de Mora coincide con la presencia en cartelera de su primer largometraje de ficción, Sin otoño, sin primavera. No es la única coincidencia; las dos películas hablan de Guayaquil y profundizan en las memorias que el cineasta radicado en Quito guarda de su ciudad natal. Son dos filmes distintos y al mismo tiempo complementarios, ambos bañados por una cierta nostalgia y un punto de vista crítico sobre una ciudad extraviada.
Cuando nace Olivia, su primera hija, el director comienza a filmarla casi obsesivamente, quizás para regalarle algún día la posibilidad de ver sus primeros años de vida, aquellos que no están hechos para que los podamos recordar. Paralelamente, su abuela materna convive con el Alzheimer desde hace quince años. Ella tampoco recordará ese momento y sin embargo –por insistencia de su madre– Iván organiza un viaje a Guayaquil para que la niña y su bisabuela se conozcan. Pasa desapercibido el encuentro para estas dos mujeres separadas por los años y unidas por la incapacidad de recordar, pero no para el director que a partir de ese momento se interna en una reflexión sobre su ciudad amnésica y alienada, la historia de su abuela –una mujer que vivió adelantada al tiempo que le tocó vivir y el que paradójicamente se congeló al final de su vida–, la construcción de la memoria y las vivencias que marcarán la vida de la vivaz Olivia.
La bisabuela tiene Alzheimer es un filme leve y a la vez profundo, como un viaje feliz al que uno afronta sin maletas pesadas, que a ratos parece de fantasía gracias a los destellos creativos del realizador y su equipo –elaboradas secuencias de imágenes que literalmente te envuelven y una delicada banda sonora marcada por las notas del tan presente piano, leitmotiv de la familia Manzano–. Estas imágenes se intercalan con otras más caseras y no por ello menos significativas que documentan los primeros cinco años de Olivia (el primer contacto con el mar y la arena, la amistad con el primo Cuqui, el no tan feliz descubrimiento de la nieve y así una serie de momentos sencillos y fundamentales para toda niñez).
La bisabuela tiene Alzheimer pertenece al tipo de cine que más me emociona: documental íntimo, familiar y autorreflexivo, narrado en primera persona, género extremadamente complejo que solo funciona cuando confluyen en la sala de montaje dosis precisas de cercanía y distancia, emotividad e introspección, y una cierta liberación que no raya en confesión sicoterapéutica. Así ocurre en este documental inteligente y sensible, lo más cercano a la televisión con la que sueño.
FICHA TÉCNICA
La bisabuela tiene Alzheimer es un largometraje de 52 minutos, producido por Doctv Latinoamérica, en co- producción con el Consejo Nacional de Cinematografía de Ecuador – CNCINE, Ecuador Tv - TVE y la República Invisible.
El director
Iván Mora Manzano -Ecuador Nació en 1977 en Guayaquil, Ecuador. Su primer trabajo como director, Silencio Nuclear, fue el primer cortometraje ecuatoriano en entrar al Festival de Venecia. Actualmente desarrolla proyectos de largometraje desde la productora La República Invisible. Su primer largometraje de ficción Sin Otoño, Sin Primavera, se acaba de estrenar a nivel nacional en todo el Ecuador. También compone la música de sus películas.
Origen: Ecuador | Duración: 52 minutos | Director: Iván Mora Manzano | Producción: Alfredo Mora Manzano, Isabel Carrasco Escobar | Compañía productora: La República Invisible | Dirección de fotografía: Simón Brauer, Michael Aguirre | Asistencia de producción: Jorge Osinaga | Asistencia de fotografía: Kenneth Carrera, Kike Moreno | Edición: Iván Mora Manzano, Emmanuel Blanchard | Música: Iván Mora Manzano | Canciones: Juan Carlos González | Sonido: Estebanoise Brauer.
Y aquí un bonus:
Publicado en Perspectivas del Diario HOY, el 3 de noviembre
El estreno del documental de Mora coincide con la presencia en cartelera de su primer largometraje de ficción, Sin otoño, sin primavera. No es la única coincidencia; las dos películas hablan de Guayaquil y profundizan en las memorias que el cineasta radicado en Quito guarda de su ciudad natal. Son dos filmes distintos y al mismo tiempo complementarios, ambos bañados por una cierta nostalgia y un punto de vista crítico sobre una ciudad extraviada.

La bisabuela tiene Alzheimer es un filme leve y a la vez profundo, como un viaje feliz al que uno afronta sin maletas pesadas, que a ratos parece de fantasía gracias a los destellos creativos del realizador y su equipo –elaboradas secuencias de imágenes que literalmente te envuelven y una delicada banda sonora marcada por las notas del tan presente piano, leitmotiv de la familia Manzano–. Estas imágenes se intercalan con otras más caseras y no por ello menos significativas que documentan los primeros cinco años de Olivia (el primer contacto con el mar y la arena, la amistad con el primo Cuqui, el no tan feliz descubrimiento de la nieve y así una serie de momentos sencillos y fundamentales para toda niñez).
La bisabuela tiene Alzheimer pertenece al tipo de cine que más me emociona: documental íntimo, familiar y autorreflexivo, narrado en primera persona, género extremadamente complejo que solo funciona cuando confluyen en la sala de montaje dosis precisas de cercanía y distancia, emotividad e introspección, y una cierta liberación que no raya en confesión sicoterapéutica. Así ocurre en este documental inteligente y sensible, lo más cercano a la televisión con la que sueño.
FICHA TÉCNICA
La bisabuela tiene Alzheimer es un largometraje de 52 minutos, producido por Doctv Latinoamérica, en co- producción con el Consejo Nacional de Cinematografía de Ecuador – CNCINE, Ecuador Tv - TVE y la República Invisible.
Iván Mora Manzano -Ecuador Nació en 1977 en Guayaquil, Ecuador. Su primer trabajo como director, Silencio Nuclear, fue el primer cortometraje ecuatoriano en entrar al Festival de Venecia. Actualmente desarrolla proyectos de largometraje desde la productora La República Invisible. Su primer largometraje de ficción Sin Otoño, Sin Primavera, se acaba de estrenar a nivel nacional en todo el Ecuador. También compone la música de sus películas.
Origen: Ecuador | Duración: 52 minutos | Director: Iván Mora Manzano | Producción: Alfredo Mora Manzano, Isabel Carrasco Escobar | Compañía productora: La República Invisible | Dirección de fotografía: Simón Brauer, Michael Aguirre | Asistencia de producción: Jorge Osinaga | Asistencia de fotografía: Kenneth Carrera, Kike Moreno | Edición: Iván Mora Manzano, Emmanuel Blanchard | Música: Iván Mora Manzano | Canciones: Juan Carlos González | Sonido: Estebanoise Brauer.
Y aquí un bonus:
Publicado en Perspectivas del Diario HOY, el 3 de noviembre
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