miércoles, junio 08, 2016

‘Un país en busca del padre’

Últimas Conversas, Eduardo Coutinho, Brasil, 2015 

Hace cuatro años tuve el honor de entrevistar a Eduardo Coutinho para un libro que preparaba en aquel entonces. Casi al final de nuestra conversación le pregunté por qué, después de Peões, su cine había adquirido un tinte cada vez menos político. La respuesta fue larga y digresiva pero en resumen, lo que me dijo, es que la política ignoraba algo que para él era fundamental en su búsqueda como cineasta: “Ella solo hace la diferenciación entre aquel que es politizado, que es militante, y el que no. Pero el noventa por ciento de las personas del mundo están sufriendo, viviendo todos los días al margen de una ideología específica. Yo estoy interesado en ellas. Y eso no es contra-político, simplemente es llegar a la política por otros medios”.
Este sería el preámbulo para una aseveración dura, que solo he podido ir confirmando con el tiempo, durante los casi cinco años que llevo viviendo en su país: “Es doloroso, pero el hecho es que hay cosas que no cambian, como en un melodrama. En Brasil, por ejemplo, cuarenta por ciento de las personas de las clases populares no tiene padre. Son educadas por la madre, por la tía, por la vecina o por la abuela. Brasil es un país en busca del padre. El padre está ausente. El padre murió a tiros o simplemente abandonó al hijo.”
Pasaron los años, Coutinho falleció en circunstancias trágicas, pero dejó el material de la que se convertiría en su obra póstuma luego de ser finalizada por su editora de confianza, Jordana Berg, y su productor y amigo cercano, el cineasta Jõao Moreira Salles. Últimas conversas, quizás más que ninguna otra de sus películas, es la historia de un país sin padre, de jóvenes que crecieron en familias fragmentadas por la violencia, por la falta de compromiso, por el machismo. Los testimonios de jóvenes estudiantes de escuelas públicas en Rio de Janeiro son un recuento de abandono, de infancias sufridas, de racismo constante, de abuso sexual, de madres sin pareja que han sacado adelante a hogares con distintas conformaciones a las que estamos acostumbrados. Son también promesas de superación, de metas profesionales, de ilusiones afectivas, la amalgama de sueños de una generación que está muy joven para quedarse mirando hacia atrás.
El dispositivo es simple: una habitación, una silla ocupada por el director, una silla que se llena y se vacía cada vez que un muchacho entra y sale de escena, una puerta que se abre y se cierra, un intercambio entre dos partes. Un filme que también es homenaje y despedida: Coutinho en su máxima expresión.


 O futebol, Sergio Oksman, España - Brasil, 2015 

“Brasil es un país en busca del padre...” La sentencia de Coutinho es la razón de O futebol que en este caso se extiende más allá de las clases populares cariocas hasta una familia judía de clase media en São Paulo.
Sergio no ha visto a su papá desde hace más de veinte años; cuando se divorció de su madre sus rumbos se separaron. Lo que recuerda de él está velado por la cortina del tiempo, a través de los años no pudo más que imaginarlo con la voz de un comentarista deportivo, la memoria que le queda de él es menos precisa que aquella con la que evoca las alineaciones del Palmeiras en los años setenta. Sergio —que desde hace años vive en España—, vuelve a São Paulo, encuentra a su padre, Simão, y le propone que vuelvan a ver el fútbol juntos, aprovechando la inminencia de la Copa Mundial.
La película funciona como un díptico, en la que todo se nos presenta en pares, como los dos tiempos de un partido de fútbol y los dos tiempos de la relación entre Sergio y Simão. La pantalla parece estar partida en dos la mayoría del tiempo, no por un efecto de postproducción sino por una rigurosa propuesta de fotografía que busca fragmentar la imagen, realzando la constante dicotomía presente durante toda esta bellísima película.
A la mitad derecha está un bar donde los hinchas festejan un gol, a la mitad izquierda la fachada de un hospital por donde ingresa una ambulancia. El encuadre contiene el significado del filme.
Dice Oskman que O futebol es una comedia, y en efecto al menos durante la primera mitad del metraje es imposible no reír ante el absurdo de ciertas situaciones, los temas de conversación entre un padre e hijo que apenas se conocen, los silencios y la incomodidad que estos producen. Ya lo dijo Cartola: Rir pra não chorar.
Que no haya equívocos: O futebol no es un filme sobre fútbol, tampoco una película terapéutica a través del cual el realizador intenta asimilar el abandono del padre. O futebol es una pieza híbrida, construida como una ficción pero bastante más dura y compleja, porque ni siquiera de la mano de su colaborador más cercano —el guionista Carlos Miguero con quien ya escribió los fabulosos cortometrajes Notes on the Other y A Story for the Modlins—, Oksman hubiera podido imaginar un desenlace más avasallador y potente que el que la realidad le depararía. 

 *Publicado en EL OTRO CINE

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