Escribí este artículo en Jerusalén, en septiembre -¡todavía hacía mucho calor!- para la edición de Octubre de la revista Arte en Movimiento. Hablo de una de mis películas favoritas del año pasado.
En septiembre, el Festival de San Sebastián otorgó el Gran Premio FIPRESCI a la Mejor Película del Año a Bin-Jip, del realizador surcoreano Kim Ki-duk, autor de The Isle; Spring, Summer, Fall, Winter... and Spring, y Samaritan Girl, entre otros filmes. Tal resultado se dio luego de que 300 miembros de la Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica la escogieran como el mejor largometraje estrenado entre agosto de 2004 y julio de 2005.
Bin-Jip ha sido distribuida internacionalmente con su título anglosajón 3-Iron (Hierro 3) y, entre otros premios, fue galardonada con el León de Plata al Mejor Director del Festival de Venecia del 2004.
Como afirman en San Sebastián, el Gran Premio FIPRESCI fue “creado con la intención de apoyar al cine más arriesgado, original y personal” y, en efecto, luego de 95 minutos de una experiencia cinematográfica sublime, queda claro que a Bin-Jip estos tres adjetivos le calzan de sobra.
Dice la 'trivia' de imdb que Kim Ki-duk escribió el guión en un mes, que la película fue filmada en 16 días y que el montaje tomó tan solo 10. Si estos datos fueran correctos, no queda más que aplaudir tal economía de tiempo, la misma que se repite en la narración, en la actuación, en los 'diálogos' y en el montaje de esta joya sencilla, pero con todos los quilates de rigor.
Sobre la génesis del proyecto, cuenta Ki-duk: “Estaba quitando un folleto que estaba pegado en la cerradura de la puerta de mi casa cuando de pronto se me ocurrió que todas las casas que tenían esa publicidad intacta durante varios días debían de estar vacías. La imagen de una casa vacía en la que no entra nadie me llevó a la historia de una persona muy solitaria, aislada de los demás, y decidí hacer una película acerca de un hombre que entra en ella y colma ese vacío con calidez.”
Tae-suk es un joven callado y solitario que ocupa momentáneamente viviendas cuyos propietarios están de viaje, pero que en vez de abusar de la hospitalidad de los ausentes, aprovecha la ocasión para lavar su ropa, cuidar las plantas y dejar las cosas en orden para su regreso. Un día, por error, llega a una casa que no estaba del todo vacía. Es el hogar de Seon-Hwa, una bella mujer maltratada por su marido, a la que cuidará como si fuese un ángel enviado para eximirla.
Siempre será posible contar otra historia de amor y esta vez el cineasta lo hace de una manera más romántica, misteriosa y extraña, con bien tramados toques de humor y de violencia en complemento. Nuevamente, Ki-duk fija su mirada en la soledad, el dolor, el proceso en que se construye la confianza entre los seres humanos y que concluye con la redención de sus personajes, ejes temáticos de su filmografía que también resaltaban en la extraordinaria Spring, Summer, Fall, Winter... and Spring.
Pero Ki-duk no está solo, pues Corea del Sur vive un gran momento cinematográfico. Oldboy y la trilogía de la venganza de Park Chan-wook, Memories of Murder (Joon-ho Bong) o A Tale of Two Sisters (Ji-woon Kim) son solo un pequeño ejemplo de una producción efervescente que gran favor le haría a las carteleras ecuatorianas.
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