lunes, abril 09, 2018

La (re)invención de una casa



Aliona van der Horst, en Love is Potatoes
Cuando llega el momento de dividir el patrimonio familiar, la realizadora holandesa Aliona van der Horst se reencuentra con el lado materno de su familia en un pequeño pueblo ruso. Le pertenecen, por derecho, seis metros cuadrados de la antigua casa de madera en la que convivieron las tías y su madre durante los años de totalitarismo y hambruna en la Unión Soviética. Más que tomar posesión de su herencia, Aliona desea recuperar, a través de las memorias fragmentadas y contradictorias de sus parientes, la historia en común de seis hermanas marcadas por un contexto sociopolítico lacerante. Ese es el punto de partida de Love is Potatoes.

La casa es también el espacio central que propele el relato en Baronesa, la ópera prima de la brasileña Juliana Antunes. El filme acompaña a Andreia y Lidiane, dos mujeres jóvenes que comparten su tiempo libre, sueños y temores en una favela a las afueras de Belo Horizonte, mientras la violencia cotidiana permea sus vidas. Las carencias económicas son evidentes, así como el abuso infantil y los embarazos precoces, pero es protagónico también el espacio del disfrute, a través de una cámara que se toma su tiempo y se instala junto con ellas.

Toda casa tiene una entrada. A la ciudad marroquí de Ouarzazate se la conoce como la puerta del desierto; locación frecuente de megaproducciones cinematográficas en las que algunos lugareños han terminado por desarrollar su oficio como extras de cine de altísimo presupuesto, como si su presencia no tuviera valor per se y fuera indisociable del paisaje rocoso. Ahora en Sin ruido, los figurantes del desierto (Sans bruit, les figurants du désert), de Gilles Lepore, Maciej Madracki y Michal Madracki, finalmente tendrán la oportunidad de ser personajes principales y brillar.

Aunque geográficamente distantes, decisiones similares conectan a estas obras: del espíritu performativo deriva un comentario político sutil sobre el escenario que retratan y conservan siempre intacto su afán de crear y explorar algo nuevo. Así, a través de un lenguaje muy particular, estas películas de la sección ‘Aquí / Ahora’ trazan una estimulante trayectoria y redefinen las posibilidades del cine de lo real.

En la delirante Sans bruit, el dispositivo de mise en abyme se mantendrá a lo largo de la película, a través de la puesta en escena de una serie de supuestos castings. “Why you are coming to my country?” repite obsesivamente Abdelhaq, mirando a la cámara como si buscara ganarse un papel en la próxima película de Hollywood, aunque su parlamento no deja de tener una doble intención. La presencia constante de equipos de producción extranjeros ha terminado por alienarlos, forzarlos a crecer la barba porque lo más probable es que interpreten a talibanes. La mirada que el extranjero tiene sobre ellos está demarcada, ante lo cual no cabe más que la pregunta: “¿A qué vienes a mí país?” Es la misma pregunta que parecen hacerle, durante toda la película, los parientes de Aliona. “Hablas ruso pero tu mentalidad es la de una extranjera. Con la barriga llena no se puede entender a quien tiene hambre”, le recuerda la tía Valya durante una tensa conversación.

Como si se tratara de una instalación en una galería de arte, la realizadora va llenando de zapatos viejos el cuarto que ha heredado, ante la incomprensión de su primo por aquel gesto que lo provoca. Son decenas de pares de zapatos viejos acumulados por sus tías durante décadas de escasez, como si no se hubieran atrevido a deshacerse de ese objeto básico que por años les hizo falta. Van der Horst encuentra las cartas que su madre enferma, ahora postrada en Ámsterdam, envió a lo largo de los años a sus hermanas que se quedaron en Rusia. Las lee, las interpreta, las reescribe en la pantalla y plasma —a través de las magníficas animaciones en blanco y negro del artista italiano Simone Massi— la dureza de la vida campesina en la Rusia de Stalin. Poesía pura.

Esa distancia que la cineasta holandesa no logra franquear parece eliminarse en Baronesa, una interpretación poderosísima de la vida femenina en una favela, espacio en el que las distancias se viven de otra manera. Los cuerpos se rozan en un improvisado jacuzzi de PVC, las tardes de modorra se comparten en la cama, donde las amigas planifican su futuro y comparten el deseo de construir su propia casa lejos de la violencia. Aquí, la narrativa casi parece ficcional por la naturalidad y la fluidez con que se desarrolla. Antunes instaura un ejercicio de creación colectiva y propicia un proceso de reinvención personal mediante una puesta en escena de la propia vida, en un mecanismo similar al que vimos en Sans bruit. La fuerza del gesto prevalece. Las manos que construyen su propia casa. 


Escribí este texto sobre tres películas que amo de nuestro programa para la revista Ambulante

1 comentario:

lucasg dijo...

Olá, Maria! Por favor, qual é o seu email de contato? Obrigado.