sábado, marzo 23, 2013

Daniel Avilés y sus Eventos Dependientes

Daniel pasó por la oficina y me dejó una ampliación de sus fotos. Ya sé en que lugar de mi sala irá, ya sé cómo será el marco. Esta es la foto y este es el texto que escribí sobre él para la revista Diners de marzo (creo), con una corrección porque por ahí se me filtró un dato errado.




“Siempre me gustó el cine, desde guagua. Como tenía asma y no era muy deportista, las películas eran como amigos, representaban la salida a no poder jugar. Las imágenes siempre fueron importantes para mí. A los 17, ya en el colegio, me compré mi primera cámara de fotos y empecé a trabajar en la revista de unos amigos universitarios. Se llamaba El Callejón; ahí empecé a hacer fotos. Después entré a la Universidad San Francisco a estudiar Comunicación Audiovisual.”

Daniel Avilés (Quito, 1980) es director de fotografía para cine y televisión, responsable de la cámara de las películas Telón y El Facilitador, de Víctor Arregui; Mono con Gallinas, de Alfredo León, y Más allá del Mall, de Miguel Alvear. Como director ha realizado varios cortometrajes, entre ellos Wakulla, por el que recibió el Premio al Mejor Cortometraje Ecuatoriano en el festival de cine Cero Latitud.

Dos mil doce fue un buen año para Daniel Avilés. Además de dirigir la fotografía de Telón y de realizar una serie de cursos en el Global Cinematography Institute de Los Angeles, publicó su primer libro de fotografía, Eventos Dependientes. La publicación contó con la curaduría de los fotógrafos Lorena Cordero, Simón Brauer y Coco Laso y llegó acompañada de una exposición homónima que estuvo abierta en la galería El Conteiner de Quito durante diciembre.

Eventos Dependientes está compuesto por un centenar de fotografías tomadas entre 1999 y 2010, aunque la mayoría se centran en el período de 2007 en adelante, cuando Daniel realizaba una maestría en Dirección de Fotografía y Cine en la Universidad Estatal de Florida, como becario Fullbright. No se trata de un ensayo temático y si buscamos un hilo conductor para su obra quizás el concepto del viaje pueda ser el que mejor se adapte.

Dice Daniel que él toma fotos de aquello que quisiera recordar y dice también que lo que le gusta de la fotografía fija es que le otorga “la posibilidad de estar solo y en silencio y, de cierta manera, coleccionar el mundo”. “Cuando pienso en las fotos que están en este libro pienso mucho en la probabilidad”, anota en el texto introductorio de Eventos Dependientes. “En las cosas que tuvieron que pasar para estar en esos momentos, en esos lugares, con esas personas”. Es por esto que el fotógrafo ha decidido recurrir a un criterio básico de la teoría de la probabilidad para dar un nombre a su libro. Por definición, dos o más eventos son dependientes cuando la ocurrencia o no-ocurrencia de uno de ellos afecta la probabilidad de ocurrencia del otro. “Me parece que cada foto está conectada con las anteriores, con lo que estaba viviendo en ese momento, y con las que están por venir”.

El otro día Daniel me contaba de una conversación que tuvo con el fotógrafo Iván Garcés horas antes del lanzamiento del libro y la apertura de la muestra. Dice que le gusta recordarla y va más o menos así:

IG: Veo que hay muchas repeticiones en tus fotos y eso es chévere.
DA: Sí, supongo que esas son las cosas que me interesan.
IG: Hay tres o cuatro cosas que nos interesan y siempre estamos repitiéndolas. Lo único que pasa es que con el paso del tiempo podemos hacer mejor la foto, pero las preocupaciones que tenemos nunca se terminan, siempre estamos dando vuelta a los mismos temas.

¿Y cuáles son las tuyas?, pregunto yo.

“Supongo que los reflejos, cómo la luz cae sobre los objetos, sobre la arquitectura, sobre las caras. Me gusta mucho el contraste entre luz dura y oscuridad. Eso por un lado y, por otro, momentos como aquellos en que las cosas se cruzan en el cuadro. Por ejemplo aquí –y ahí me enseña la foto de la página 96– yo ya tenía las piernas en el cuadro pero con el otro ojo (y esa es una de las cosas buenas de haber sido camarógrafo de noticias) ya veía que este señor estaba llegando, entonces supe que iba a disparar cuando él estuviera donde yo quería que esté. Me interesa esperar para que pasen este tipo de cosas. A veces se trata de buscar estos momentos pero casi siempre es algo que llega de sorpresa.”

¿Será que la movilidad que emana de las fotos de Daniel, la presencia de personajes entrando y saliendo de cuadro, es una consecuencia de su trabajo ligado principalmente a la imagen en movimiento? Cuando pregunto al conocido fotógrafo Pepe Avilés, propietario de El Conteiner y curador de la muestra –él seleccionó 54 fotografías y las organizó en series distintas a aquellas propuestas en el libro–, por qué decidió recibir la muestra de Daniel en su galería, me dice algo que parece apoyar mi conjetura:

“Lo que me interesó es su forma de narrar historias. Él tiene una visión de cómo contar historias, cómo ver el mundo a través del lente. Es algo que no puedo explicar muy fácilmente pero se debe a que es un fotógrafo de cine y hace como pequeños acercamientos a lo que a mí me parecería que son planos de una película. Es una forma interesante de fotografiar; cada foto tiene una historia dentro, como que representa un fragmento de algo más grande.”

Daniel Avilés empieza el año preparándose para dirigir la fotografía de UIO, la ópera prima de Micaela Rueda, y para asistir al Berlinale Talent Campus, un evento de formación y networking paralelo al festival de cine de Berlín que de entre 4400 aplicaciones seleccionó a alrededor de 300 profesionales del cine del mundo para su siguiente edición. Aunque aún no ha definido el tema para su próxima propuesta fotográfica, dice que uno de los objetivos importantes para 2013 es caminar más, con su cámara de fotos, claro.  

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